Adrián, me encantaría conocer la anécdota de la Cartuja de Granada. Gracias
Hola José, ¿qué tal?
Pues aquí te la cuento. Aunque la verdad es que no sale muy bien parado de esta historia tu pariente, sobre todo en los periódicos de la época.
Como supongo que ya habrás ido a verla y si no has ido irás sin duda, no te contaré lo bonita que es la Cartuja ni me alargaré mucho en su historia.
El Monasterio de Nuestra Señora de la Asunción más conocido por la Cartuja de Granada se asienta sobre los cerros de Aynadamar donde al parecer en lo antiguo fue lugar de recreo por el que sintieron un gran aprecio los musulmanes que habitaron entonces esas tierras vuestras para construir en ese lugar sus residencias de verano entre hermosos jardines y exuberantes huertas regadas por las aguas provenientes del hermoso pueblo de Alfacar.
Tras perder Boabdil en 1492 las guerras contra los Reyes Católicos, pasó el Reino nazarí de Granada a manos de la Corona de Castilla y Aragón y en el reparto de bienes los terrenos que ocupa la Cartuja fueron a parar a manos del Gran Capitán, terrenos, que después cedería para la construcción de la Cartuja iniciada en 1506 y que se prolongaría durante tres siglos sin llegar a terminar la obra por completo.
Durante estos tres siglos los Cartujos moradores de estas dependencias acumularon grandes riquezas y entre estas riquezas una yeguada que fue famosa por toda la Serranía.
Con la llegada de las tropas napoleónicas y la posterior Guerra de la Independencia los Cartujos escaparon dejando todas estas riquezas en la Cartuja, y que sin duda algo iría para Francia, el resto paso a manos del Estado coincidiendo con el Decreto de las Cortes de Cádiz. Regresaron después a la Cartuja para ser expulsados definitivamente en 1835.
Ese mismo año de 1835, y por ley, fueron restituidos los bienes nacionales enajenados en la anterior época constitucional a sus legítimos propietarios pasando la Cartuja, a falta de Cartujos, a ser propiedad de Ana María Utirriaga, a la que supongo descendiente del Gran Capitán. Esta señora otorgó escritura de cesión de toda la finca a Manuel María Méndez y Creus, reservando para su uso personal la casa prioral y el granero.
El nuevo propietario don Manuel María Méndez y Creus procedió inmediatamente a la demolición y venta de materiales de la procuraduría, la cocina, la pescadería, tres naves de celdas de los Cartujos y otras dependencias incluyendo cinco frontales de piedra de las capillas del claustro y los azulejos de los zócalos, que fueron adquiridos para la restauración de la Alhambra.
No conforte tu pariente con la avería, y una vez demolido el claustro grande, se lío con el claustrillo y ordeno su derribo, y ya, se genero una polémica sobre todo mediática en la que llamaban a Manuel María Méndez el especulador sevillano, que llegó hasta el mismo Ministro de Gobernación quien tomo cartas en el asunto: compró el Estado el edificio y los terrenos de la Cartuja y en 1856 fue declarada Monumento Nacional.
Supongo, que de haber dejado a Manuel María Méndez y Creus un poco de tiempo más a su aire, a estas horas no tendríamos Cartuja.
Saludos cordiales.
Pues aquí te la cuento. Aunque la verdad es que no sale muy bien parado de esta historia tu pariente, sobre todo en los periódicos de la época.
Como supongo que ya habrás ido a verla y si no has ido irás sin duda, no te contaré lo bonita que es la Cartuja ni me alargaré mucho en su historia.
El Monasterio de Nuestra Señora de la Asunción más conocido por la Cartuja de Granada se asienta sobre los cerros de Aynadamar donde al parecer en lo antiguo fue lugar de recreo por el que sintieron un gran aprecio los musulmanes que habitaron entonces esas tierras vuestras para construir en ese lugar sus residencias de verano entre hermosos jardines y exuberantes huertas regadas por las aguas provenientes del hermoso pueblo de Alfacar.
Tras perder Boabdil en 1492 las guerras contra los Reyes Católicos, pasó el Reino nazarí de Granada a manos de la Corona de Castilla y Aragón y en el reparto de bienes los terrenos que ocupa la Cartuja fueron a parar a manos del Gran Capitán, terrenos, que después cedería para la construcción de la Cartuja iniciada en 1506 y que se prolongaría durante tres siglos sin llegar a terminar la obra por completo.
Durante estos tres siglos los Cartujos moradores de estas dependencias acumularon grandes riquezas y entre estas riquezas una yeguada que fue famosa por toda la Serranía.
Con la llegada de las tropas napoleónicas y la posterior Guerra de la Independencia los Cartujos escaparon dejando todas estas riquezas en la Cartuja, y que sin duda algo iría para Francia, el resto paso a manos del Estado coincidiendo con el Decreto de las Cortes de Cádiz. Regresaron después a la Cartuja para ser expulsados definitivamente en 1835.
Ese mismo año de 1835, y por ley, fueron restituidos los bienes nacionales enajenados en la anterior época constitucional a sus legítimos propietarios pasando la Cartuja, a falta de Cartujos, a ser propiedad de Ana María Utirriaga, a la que supongo descendiente del Gran Capitán. Esta señora otorgó escritura de cesión de toda la finca a Manuel María Méndez y Creus, reservando para su uso personal la casa prioral y el granero.
El nuevo propietario don Manuel María Méndez y Creus procedió inmediatamente a la demolición y venta de materiales de la procuraduría, la cocina, la pescadería, tres naves de celdas de los Cartujos y otras dependencias incluyendo cinco frontales de piedra de las capillas del claustro y los azulejos de los zócalos, que fueron adquiridos para la restauración de la Alhambra.
No conforte tu pariente con la avería, y una vez demolido el claustro grande, se lío con el claustrillo y ordeno su derribo, y ya, se genero una polémica sobre todo mediática en la que llamaban a Manuel María Méndez el especulador sevillano, que llegó hasta el mismo Ministro de Gobernación quien tomo cartas en el asunto: compró el Estado el edificio y los terrenos de la Cartuja y en 1856 fue declarada Monumento Nacional.
Supongo, que de haber dejado a Manuel María Méndez y Creus un poco de tiempo más a su aire, a estas horas no tendríamos Cartuja.
Saludos cordiales.