Asegura Pepe Cantares que se pusieron las cosas feas a mediados de los 60 cuando llegaron al pueblo las maquinarias para hacer el trabajo que de to la vida de dios habían hecho los hombres. Que se fueron pal carajo los jornales de la siega y olvidaron para siempre las herramientas de entonces dormidas en los sobrados o algún hueco del corral.
Asegura Pepe, que se marchó a Suiza de obras en un tren desde Medina con el alma dividida entre el temor a lo nuevo y la esperanza de un trabajo y de una vida mejor, si de verdad era cierto lo que decían, de que hasta doce pesetas daban al cambiar un franco. Partió como lo hicieron entonces tantos otros, que hasta casi 60 cuento en la memoria de entonces de un pueblo chico los que marcharon al extranjero dejando en el pueblo un reguero de huérfanos y viudas temporales.
Ya en el trabajo el primer día le dijo a Pepe el encargado valiendose de silbidos y apuntando con el dedo a un lugar indefinido en el suelo palabras que no entendió, pero Pepe supuso, al decir el encargado: ¡pico pala Filigras!, que solamente así acertó a decir el encargado Fiallegas, el apellido de Pepe.
Al fin y al cabo no era aquello tan extraño ni tan diferente el trabajo al que hiciera desde siempre Pepe, y se puso diligente a la faena con un: ¡hay que ver esta pobre gente, que ni una palabra del español sepan!
Pasada una hora tenia Pepe cavado un agujero de considerable profundidad del que sobresalía solamente la cabeza, que sin ser muy alto Pepe sobrepasa holgadamente el metro y medio, cuando llego el encargado y al ver a Pepe en el hoyo se llevo a la cabeza las manos mientras decía: ¡Nein, Nein, Nein!, que es la forma que ellos tienen de decirle no a las cosas, y alguna otra palabras que Pepe no entendió, pero supuso. Esto va a ser que he hecho poco, asegura Pepe que pensó entonces, y ya sin chaqueta se entrego a la faena con más ahínco, que poco espanta el trabajo al que por costumbre maneja la pala con más destreza que la cuchara.
Y en ello estaba, ya sin rastro de Pepe en la superficie, cuando llegó otro español que conocía por tiempo mejor el habla para decirle: que dice el encargado Pepe, que no hagas hoyos en el suelo, que van a venir ladrillos y que allanes el terreno para ponerlos.
Nos interrumpió la risa la llegada de la Serrana por la carretera abrasadora de las tres de la tarde del verano que une Poveda a Villaflores y con el resto del mundo, a la que esperábamos desde hacia un rato cada cual pa lo suyo, dejandome sin tiempo para preguntar a Pepe si taparon el hoyo o le pusieron una noria.
Asegura Pepe, que se marchó a Suiza de obras en un tren desde Medina con el alma dividida entre el temor a lo nuevo y la esperanza de un trabajo y de una vida mejor, si de verdad era cierto lo que decían, de que hasta doce pesetas daban al cambiar un franco. Partió como lo hicieron entonces tantos otros, que hasta casi 60 cuento en la memoria de entonces de un pueblo chico los que marcharon al extranjero dejando en el pueblo un reguero de huérfanos y viudas temporales.
Ya en el trabajo el primer día le dijo a Pepe el encargado valiendose de silbidos y apuntando con el dedo a un lugar indefinido en el suelo palabras que no entendió, pero Pepe supuso, al decir el encargado: ¡pico pala Filigras!, que solamente así acertó a decir el encargado Fiallegas, el apellido de Pepe.
Al fin y al cabo no era aquello tan extraño ni tan diferente el trabajo al que hiciera desde siempre Pepe, y se puso diligente a la faena con un: ¡hay que ver esta pobre gente, que ni una palabra del español sepan!
Pasada una hora tenia Pepe cavado un agujero de considerable profundidad del que sobresalía solamente la cabeza, que sin ser muy alto Pepe sobrepasa holgadamente el metro y medio, cuando llego el encargado y al ver a Pepe en el hoyo se llevo a la cabeza las manos mientras decía: ¡Nein, Nein, Nein!, que es la forma que ellos tienen de decirle no a las cosas, y alguna otra palabras que Pepe no entendió, pero supuso. Esto va a ser que he hecho poco, asegura Pepe que pensó entonces, y ya sin chaqueta se entrego a la faena con más ahínco, que poco espanta el trabajo al que por costumbre maneja la pala con más destreza que la cuchara.
Y en ello estaba, ya sin rastro de Pepe en la superficie, cuando llegó otro español que conocía por tiempo mejor el habla para decirle: que dice el encargado Pepe, que no hagas hoyos en el suelo, que van a venir ladrillos y que allanes el terreno para ponerlos.
Nos interrumpió la risa la llegada de la Serrana por la carretera abrasadora de las tres de la tarde del verano que une Poveda a Villaflores y con el resto del mundo, a la que esperábamos desde hacia un rato cada cual pa lo suyo, dejandome sin tiempo para preguntar a Pepe si taparon el hoyo o le pusieron una noria.