Capítulo I
Povedanos míos queridos:
! Qué más quisiera yo povedanos míos queridos que daros una alegría!, y deciros, aquí y ahora, aquello de:! España va bien!, o, por lo menos, que empezamos a ver los primeros brotes verdes. Expresiones estas que fueron la prolongación actualizada de aquel ¡arriba España! que gritamos en la posguerra para darnos ánimo y fuerza, para infundirnos el valor que no tuvimos, para sentirnos útiles y sobrellevar con orgullo el que aun siendo el pueblo más infeliz de la tierra fuimos nosotros los elegidos para poner en pie lo que cuatro hijos de "eso" habían derribado, para olvidarnos de una vez por todas que somos un país de pandereta y de insaciables. Y podría decir: que no hemos luchado para tener una España, para que vengan los mismos a destruir nuestros logros, que no hemos trabajado codo con codo para poner a flote lo que ahora quieren hundir, que no queremos más el pueblo llano ser aleccionados desde la infancia para adorar, sin fisuras, a esta banda de piratas, que queremos vivir en paz y terminar de una vez por todas esta ya larga posguerra de privaciones y miedos en la que aún nos matamos los unos a los otros por ser de izquierda o derecha, aunque, parezca que es por el fútbol. A veces me pregunto cuando una persona quita la vida a otra, si llorará después en la fiera soledad del asesino, su culpa y remordimiento por haber quitado a otra lo más bello que tenemos. Y si el que por gusto muere, (y asistir a un encuentro entre bandas rivales es morir por gusto) si será consciente cuando la vida termina, no ya de su propia muerte, que poco importa, y si, de las vidas de los otros que destruye para siempre.
¡Ay España de mi vida, ay España de mi muerte!, decía el poeta Miguel Hernández en 1936, y seguimos en lo mismo.
Povedanos míos queridos:
! Qué más quisiera yo povedanos míos queridos que daros una alegría!, y deciros, aquí y ahora, aquello de:! España va bien!, o, por lo menos, que empezamos a ver los primeros brotes verdes. Expresiones estas que fueron la prolongación actualizada de aquel ¡arriba España! que gritamos en la posguerra para darnos ánimo y fuerza, para infundirnos el valor que no tuvimos, para sentirnos útiles y sobrellevar con orgullo el que aun siendo el pueblo más infeliz de la tierra fuimos nosotros los elegidos para poner en pie lo que cuatro hijos de "eso" habían derribado, para olvidarnos de una vez por todas que somos un país de pandereta y de insaciables. Y podría decir: que no hemos luchado para tener una España, para que vengan los mismos a destruir nuestros logros, que no hemos trabajado codo con codo para poner a flote lo que ahora quieren hundir, que no queremos más el pueblo llano ser aleccionados desde la infancia para adorar, sin fisuras, a esta banda de piratas, que queremos vivir en paz y terminar de una vez por todas esta ya larga posguerra de privaciones y miedos en la que aún nos matamos los unos a los otros por ser de izquierda o derecha, aunque, parezca que es por el fútbol. A veces me pregunto cuando una persona quita la vida a otra, si llorará después en la fiera soledad del asesino, su culpa y remordimiento por haber quitado a otra lo más bello que tenemos. Y si el que por gusto muere, (y asistir a un encuentro entre bandas rivales es morir por gusto) si será consciente cuando la vida termina, no ya de su propia muerte, que poco importa, y si, de las vidas de los otros que destruye para siempre.
¡Ay España de mi vida, ay España de mi muerte!, decía el poeta Miguel Hernández en 1936, y seguimos en lo mismo.