Muchas iglesias hace tiempo que quitaron el púlpito de la iglesia. Fuera de madera, piedra o hierro, alguien decidió quitarlo. Ya no era necesario que el cura subiera al mismo y predicar el evangelio desde ese lugar alto y más cercano a los fieles. Con la llegada de los altavoces a las iglesias, ese lugar fue dejando de ser útil, quizá por ello o por necesidades económicas de las parroquias o del responsable de la misma, los púlpitos fueron desapareciendo. En Salvatierra, como en otros lugares, se acertó a dejarlo, de lo cual nos alegramos como visitante y como admirador de las cosas que nuestros ancestros nos dejaron. El púlpito, aunque carezca de la utilidad que tuvo, es una pieza más del patrimonio de un templo y debe permanecer no solo como elemento decorativo, también como recuerdo de un tiempo en el que la palabra y cercanía a los fieles se imponía.