A pesar de encontrarnos en invierno y del consiguiente frío de la época, las cigüeñas ya no emigran en busca de territorios más cálidos y con facilidad para alimentarse. Ahora se quedan en sus "casas" en lo alto de los campanarios de la iglesias, en los altos árboles o en postes habilitados para que hagan sus nidos. A pesar de nuestras quejas sobre el frío y el calor, quizá, observando a estas aves no deberíamos quejarnos tanto, pues si ellas no se van puede que los rigores del clima no sean tan extremos para emigrar como lo hacían en otros tiempos. Puede que ellas se hayan aclimatado mejor a las circunstancias cambiantes, o puede que ahora tengan más fácil encontrar alimento en estas tierras y ya no precisen emigrar.
Los campanarios, como este, los vemos llenos de cigüeñas; en los campos próximos y praderas aparecen alimentándose tan tranquilamente y, en unos y otros casos, parecen no asustarles ni los rigores climatológicos, ni los ruidos de los vehículos de motor, ni tan siquiera la cercanía de los humanos. Ellas continúan su vida ajenas a todos.
Los campanarios, como este, los vemos llenos de cigüeñas; en los campos próximos y praderas aparecen alimentándose tan tranquilamente y, en unos y otros casos, parecen no asustarles ni los rigores climatológicos, ni los ruidos de los vehículos de motor, ni tan siquiera la cercanía de los humanos. Ellas continúan su vida ajenas a todos.