SERRADILLA DEL ARROYO: ¡Dichosos los pueblos que tienen la suerte de tener...

¡Dichosos los pueblos que tienen la suerte de tener entre su hijos algún inspirado poeta que pueda inmortalizarlos en sus poemas!

Esa suerte la tiene nuestra Serradilla en la persona del sacerdote salesiano D. Elías Miguel Gutiérrez, que aparte de las logradas composiciones poéticas sobre sus vivencias de los primeros años vividos en su Serradilla natal, que ya insertó en su Antología “Versos con Dios y Música de Fondo”, está preparando un nuevo libro dedicado esta vez, en su totalidad, a Serradilla del Arroyo. Parece que su intención es sacarlo a la luz pública el próximo verano.

En una larga serie de magníficos romances, traza todo un cuadro completo de la vida y costumbres del pueblo, de hace unos 60 años, en todos sus aspectos.

Historias, sucesos, ríos, montes, fuentes, bodas, matanzas, personajes, y una larga serie de otros temas, tienen expresión poética de altísima calidad en sus casi 500 páginas con más de setenta poemas. No se trata de los versos facilones de trovadores pueblerinos, que suelen abundar y de los que todos tenemos alguno en mente, sino de composiciones perfectas en fondo y forma de un poeta de cuerpo entero.

En una prueba más de su amistad, de la que siento muy honrado, ha tenido la deferencia, que mucho le agradezco, de enviarme su avance por internet.
Aún no he terminado de leerlo por completo, pero he pasado horas deliciosas reviviendo emocionadamente sus recuerdos infantiles, tan semejantes a los míos, ya que no hay mucha diferencia entra su infancia y la mía.

Como avance de su contenido, recuerdo de los que vivieron aquellos años y noticia de las nuevas gentes pongo aquí su Soneto a la Fuente del Colmenarejo, que por suerte subsiste casi tal cual.

LA FUENTE DE “EL COLMENAREJO”.

Entre todas las fuentes que alumbra Serradilla,
por su fama destaca la de “el Colmenarejo”.
Nacida entre canchales, a la sombra del brezo,
su agua limpia y clara refresca a maravilla.

Bajo la carretera, a menos de una milla
del pueblo, subiendo hacia Monsagro, está su espejo,
un remanso que devuelve el reflejo
de castaños y robles que crecen en su orilla.

Jamás cesó en su flujo el chorro permanente
que, filtrada bajo “el hormazal”, en su paseo,
llega aquí a saciar la sed y refrescar la gente.

Como aquella que cantara el poeta Berceo,
contiene algo distinto el agua de esta fuente:
“en verano, bien fría; y en invierno, caliente.