SERRADILLA DEL LLANO: ¡Cuánto tópico a cargo de la guerra! La mayoría veo...

¡Cuánto tópico a cargo de la guerra! La mayoría veo que habla de oídas y no por experiencia. En el pueblo no se pasó necesidad ni penalidades durante la guerra. Yo viví aquellos años; hablo por tanto de experiencia.
No hubo fusilamientos de nadie. Pudo haberlos habido de no haber estado de párroco un buen sacerdote: Don Esteban Martínez, que paró algunas posibles complicaciones. Pero nadie fue perseguido. También intervinieron benéficamente las nuevas autoridades que se impusieron. Eran gentes honestas y apreciadas. Todo el pueblo se llevaba bien y nunca hubo acusaciones de nadie contra nadie.
Quienes fueron incorporados al frente tendrían naturalmente más que sufrir que los que quedamos en el pueblo. Algún herido, algún prisionero, algún muerto.
Alguien del pueblo, ya avanzada la guerra, se dejó ir de la lengua en Ciudad Rodrigo con ocasión de la llamada a filas de uno de sus hijos, bastante joven aún. Alguien lo denuncio y una pareja de la guardia civil se llegó al pueblo para llevarlo prisionero. Le dieron un tiempo para que preparara algunas cosillas y le mandaron presentarse a determinada hora en casa del párroco, donde ellos le esperarían. El párroco salió un poco en su defensa explicando que era un buen hombre, y lo dicho sólo podía interpretarse por el dolor de ver marchar a su segundo hijo al frente y el temor de lo que pudiera pasarle siendo tan joven.
Llegada la hora y como el interesado no aparecía por la parroquia, la pareja de la guardia civil, preocupada, se dispuso a buscarlo. Al intentar montar en el coche se encontraron con el futuro prisionero sentado ya dentro y esperándolos.
Estuvo en la cárcel algunos meses, mostrando buena conducta. Llegada la hora del juicio alguna buena persona le preguntó si no tenía a nadie que pudiera avalarle, algún pariente influyente, algún cura, alguna monja. Como le respondiera que tenía una hija monja, (aún no lo era, pero sí novicia), pidieron confirmación al párroco, y una vez confirmada la veracidad, lo pusieron en libertad.
Años más tarde, en el centenario de la guerra de Filipinas, fue gratificado con tres mil pesetas de entonces, porque era uno de los pocos supervivientes de aquella contienda.