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SERRADILLA DEL LLANO: En otro lugar he hablado de algunos párrocos de los...

En otro lugar he hablado de algunos párrocos de los que tuve noticia o conocí. Quiero aquí traer algún recuerdo de mis maestros o de otros con los que, no siéndolo, tuve alguna relación. En general de ellos, solo recuerdo los nombres, no sus apellidos.
Fue el primero D. Hipólito. Profesionalmente competentísimo y muy activo. Sus alumnos lo siguieron recordando con cariño mucho tiempo. Era buen enseñante y sus alumnos salieron de la escuela bastante bien instruidos. Amante del teatro hizo representar a los chicos algunas funciones teatrales. En mi casa se guardaba algún ropaje y una espada de madera de una representación en la que intervino mi hermano Marcelo.
Personalmente recuerdo una función en la que una chica, hija de tía Matea, salía cantando la canción, entonces, de moda” La Espigadora”. A mi padre, con el que se llevaba muy bien, le pidió colaboración para preparar el escenario con un campo con espigas. Debió ser ya en verano, porque me parece estar viéndolas, abundantes y erguidas, sujetas entre las ranuras de las tablas contiguas; también alguna que otra caída por el suelo.
En lo humano, sin embargo, creo que fue un tanto voluble y acomodaticio. Me fundo en lo que vi y en lo que supe en una conversación con él, bastante años más tarde en Bilbao. Había sido, me confesó, seminarista. Al abandonar el seminario se hizo maestro fácilmente con los estudios que había hecho en él. No sé si su primera escuela fue o no la de nuestro pueblo, pero estando aquí advino la república, una de cuyas primeras preocupaciones fue la de retirar los crucifijos de la escuela. No sé cuáles pudieron ser sus sentimientos en aquella ocasión, pero quizá mi primer recuerdo público es el de un grupo de chicos de la escuela, formados, delante de la puerta del ayuntamiento, en cuya cumbrera ondeaba una bandera tricolor, (el edificio no tenía entonces el añadido para el reloj, muy posterior), y otro grupo de mocosos, entre ellos yo, arrimados apretujadamente a la pared de las casas fronteras. Solo años más tarde hablando con mi madre, creyendo yo que podría haberse tratado del cambio de la bandera monárquica por la republicana, me aclaró que había sido una especie de procesión civil, que D. Hipólito había organizado para entregar en el Ayuntamiento el Crucifijo de su escuela.
Otro recuerdo personal sin precisar fecha. Mi padre “servía” aquel año a la Virgen. Le correspondía, pues, sacar la procesión, buscar los portadores de las andas, preparar los cohetes, etc. etc. Pero los partidos de izquierda querían prohibir las procesiones y habían amenazado con tirotear las que salieran. A la cabeza del partido comunista en el pueblo se hallaba D. Hipólito, quien llevó al cura la exigencia y la amenaza. Era párroco D. José Atilano, del que he hablado en otro lugar. No quiso arriesgarse y determinó anular la procesión. El disgusto de mi padre fue mayúsculo. Todo estaba preparado y prometía seguridad suficiente pues la sobraban amigos para ello. Todo fue en vano, la procesión no salió. Ya de noche llamaron a la puerta de mi casa. Era D. Hipólito que venía a disculparse con mi padre, asegurándole que había sido imposición de los directivos provinciales y nacionales, a los que no pudo oponerse.
Aquel debo ser su último curso en el pueblo pues obtuvo un traslado, ignoro a donde. Eso le salvó la vida, pues con la fama de comunista que terminó teniendo entre la gente, quizá hubiera sido fusilado, como tantos otros, tras el 18 de julio. Cuando yo lo visité en Bilbao muchos años después, era Jefe de Falange en la barriada en que residía.