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SERRADILLA DEL LLANO: La festividad del Corpus Christi, hoy celebrada en...

La festividad del Corpus Christi, hoy celebrada en Toledo y que vi por TV, me ha traído a la memoria una curiosa anécdota de mis tiempos de monago.

Era párroco D. Esteban, muy ativo e iniciador de beneficiosas acciones a favor de nuestro pueblo. Sacristán el Sr. Nicolás, padre de Marcelo, de Joaquín, de mi amigo “Toño” y de una niña: Brígida, entonces aún en pañales.
El hecho debió suceder en la primavera del año 38 del pasado siglo. ¡Cuánto tiempo pasado!

Pese a la contienda civil, la vida en el pueblo seguía siendo tranquila y apacible. Abundaba el ganado, sobre todo el lanar y caprino, que pastaba tanto en las hojas del pueblo, una en descanso cada tres años, como en Porteros, casi todo en arriendo aún por gentes de nuestro pueblo.

Al tal Marcelo le entró un repentino capricho de hacerse pastor, ante la extrañeza y disgusto de su padre, a quien le convenía más que le ayudara en la labranza que no en cuidar ganados, aunque fueran los propios. Pero tenía una explicación entonces ignorada: trataba de ennoviarse con una chica, también pastora de su rebaño familiar, que años más tarde matrimonió con él, tras la larga mili de la llamada “quinta del chupete”, reclutada en los últimos meses de la guerra, a los 18 años, y cuyo servicio se prolongó casi seis años,.
Traigo estos antecedentes porque, como se verá, el desenlace de suceso tuvo que ver con el ejercicio pastoril de Marcelo.

Entre las pocas cosas de cierto mérito que poseía la parroquia, una era, supongo que seguirá siendo, la custodia para las exposiciones de la Eucaristía y para la procesión del Corpus. De sendos radios de su corona pendían dos esquilillas de plata, que al trasportar la custodia tintineaban con un sonido realmente argentino, (en latín argentus significa plata, de ahí lo de argentino, sonido de plata).
Los monaguillos, (éramos un grupo, porque D. Esteban lo amplió bastante), casi nos peleábamos por sacarlo al altar o devolverlo luego a la sacristía para hacerlo sonar fuerte. Sin saber cómo ni cuándo, un buen día alguien cayó en la cuenta que las esquilillas habían desaparecido. ¿?

Pasó tiempo sin que pudiera darse con su paradero. Pero sucedió que el cleptómano, (evitemos la injuriosa denominación ordinaria), quiso lucrarse y la ofreció en venta, ignoro si sólo a su comprador, que fue Marcelo, o también a algún otro. Marcelo se lo colocó rápidamente a dos triscadores corderillos de su rebaño, que le alegraron el día al cuidado del rebaño.

Pero sucedió que al volver por la tarde al corral, su padre que se hallaba presente, reconoció en seguida por el tintineo de las esquillas, tantas veces escuchado, que se trataba de las esquilillas desaparecidas de la custodia y pidió a Marcelo las explicaciones pertinente. Contó éste que las había comprado, quien había sido el vendedor y la irrisoria cantidad de la compra (ni comprador ni vendedor debieron saber que se trataba de plata ni el valor de ésta).
El cleptómano devolvió el dinero, las campanitas volvieron a la custodia y, creo que por compasión, ni sacristán, ni párroco, ni comprador debieron hacer púbico el nombre del sustractor. Al menos yo, nunca lo supe.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Preciosa historia, vaya lujo de cabritillos. Algunos tenemos recuerdos más florales del Corpus, calles engalanadas oliendo a gloria y altares llenos de flores, niños de Comunión esparciéndo pétalos de rosas y margaritas y de postre recogida de galanas, tomillos, dedaleras.... que ya habían agotado su función ornamental en los suelos de las calles y acababan en la lumbre la noche de San Juan. ¡qué humo tan perfumante!