Quizás ni lo uno ni lo otro. Crear una pequeña presa en el cauce de un río de montaña, no es moco de pavo. Para planificar una presa, por modesta que sea, que pueda resistir una crecida invernal se necesitan no escasos conocimientos tecnológicos y no escasos recursos económicos.
Las corrientes de fluidos, sean líquidos o gases, vienen regidos por el llamado Principio de Bernuilli, aplicable en campos tan diversos como el vuelo de aviones, la circulación de corrientes de agua por cauces y canales o la dosificación y mezcla de gasolina en los carburadores de los coches de gasolina.
Simplificando mucho, sucede que en cualquier conducto por el que circule un fluido, por ejemplo, el cauce del río en nuestro caso, hay siempre una relación cambiante entre el desnivel del mismo, la velocidad que en cada tramo lleva el agua y la presión que sobre su fondo y orillas produce la corriente.
Sucede además que, para que por todas sus secciones pueda pasar la misma cantidad de agua, en los estrechamientos del cauce la velocidad debe aumentar, lo que lleva aparejado que la presión disminuya. Un aumento excesivo de velocidad puede producir que la presión pase a ser negativa, es decir, se produzca depresión sobre el cauce, arrancando materiales de sus paredes y arrastrndo con violencia las piedras de su fondo.
Asegurar que cualesquiera que sean los cambios de velocidad y presión que puedan darse, se requieren condiciones de anclaje de fondo y laterales, de robustez y geometría de las paredes que exigirían no escasos gastos.
Ante este panorama, puede ser preferible económicamente permitir que de vez en cuando la presa sea arrastrada y volver a construirla una vez desaparecida la avalancha.
Las corrientes de fluidos, sean líquidos o gases, vienen regidos por el llamado Principio de Bernuilli, aplicable en campos tan diversos como el vuelo de aviones, la circulación de corrientes de agua por cauces y canales o la dosificación y mezcla de gasolina en los carburadores de los coches de gasolina.
Simplificando mucho, sucede que en cualquier conducto por el que circule un fluido, por ejemplo, el cauce del río en nuestro caso, hay siempre una relación cambiante entre el desnivel del mismo, la velocidad que en cada tramo lleva el agua y la presión que sobre su fondo y orillas produce la corriente.
Sucede además que, para que por todas sus secciones pueda pasar la misma cantidad de agua, en los estrechamientos del cauce la velocidad debe aumentar, lo que lleva aparejado que la presión disminuya. Un aumento excesivo de velocidad puede producir que la presión pase a ser negativa, es decir, se produzca depresión sobre el cauce, arrancando materiales de sus paredes y arrastrndo con violencia las piedras de su fondo.
Asegurar que cualesquiera que sean los cambios de velocidad y presión que puedan darse, se requieren condiciones de anclaje de fondo y laterales, de robustez y geometría de las paredes que exigirían no escasos gastos.
Ante este panorama, puede ser preferible económicamente permitir que de vez en cuando la presa sea arrastrada y volver a construirla una vez desaparecida la avalancha.