A D. José Atilano, tras un cierto tiempo sin sacerdote, le siguió D. Esteban Martínez González. Procedía de la parroquia de Lumbrales, donde había sido varios años Coadjutor, lo que ahora se llama Vicario, del Párroco de allí.
Debió llegar en Junio o principios de julio del 1936. Yo no estuve presente en su llegada porque, como he explicado arriba, me hallaba en el Payo.
Un primer gran servicio, de los muchos que hizo al pueblo, lo prestó a poco de su llegada. En Ciudad Rodrigo estaba preparado un fuerte contingente de fuerzas sublevadas que iban a venir al pueblo, aparte de armados con sus correspondientes fusiles, hasta con un mortero porque esperaban fuerte resistencia. D. Esteban que era hijo de guardia civil y tenía muy buenas relaciones con el cuartel de Ciudad Rodrigo, al enterarse, subió a Ciudad Rodrigo, acompañado por el Secretario, para aclarar el mal entendido. ¿Cuál era éste?
Muy sencillo. Para las elecciones de febrero del 36, la propaganda del partido socialista hizo creer a todos que los que no les votaran no podrían optar a la compra de parcelas en Porteros, que por entonces se comentaba estaba próximo ponerse en venta.
Todos votaron a los socialistas, con la sola excepción de una familia, emberrenchinada contra los partidos de izquierda porque en circunstancias muy penosas del dificultoso parto de su primera y luego única hija, en plena recolección no había podido encontrar jornaleros para la siega por culpa de la maladada ley que prohibía contratar jornaleros que no fuera del mismo pueblo del contratante, y en el pueblo no los había, ya que todos más o menos tenían faenas propias que realizar, por lo que votaron a las derechas, y de un pequeño grupo de comunistas, engatusados con la promesa de hacer que sus hijos pudieran estudiar como los ricos, que votaron por dicho partido. Tan crecido número de votos a las izquierdas había hecho creer que el pueblo se iba a defender con uñas y dientes de las derechas sublevadas.
También más tarde, libró a varios de las molestias por su pertenencia comunista, y a otro, encarcelado algún tiempo denunciado por irse de la lengua en Ciudad Rodrigo, criticando a Franco, porque había llamado a filas a dos de sus hijos, aún jóvenes, logró sacarlo de ella.
Llegó al pueblo acompañado de sus padres, de dos hermanas solteras y dos sobrinos, chico y chica cuyos padres quedaron aislados en Madrid hasta el término de la guerra
Era muy dinámico y activo. Organizó pronto una escuela nocturna para mayores; certámenes públicos en la plaza para los escolares, funciones de teatro en el salón del ayuntamiento, rezo diario del rosario por las noches, cabalgatas, mejor marchas, de Reyes Magos para repartir juguetes a los niños, y otras actividades culturales. Estuvo apoyado por su padre, ya jubilado, que hasta había compuesto en verso unas reglas de ortografía.
Nos preparó a varios chicos para ingresar en aspirantados religiosos o a chicas para noviciados de monjas.
Un cierto defecto sí tuvo en su ardor religioso patriótico. Se entrometía un poco en las decisiones del Ayuntamiento. En el pueblo se lo aguantaron porque tenía el cariño de la gente, pero no así en su nuevo destino de Aldea del Obispo, su destino al dejar la Parroquia de nuestro pueblo. Sé que mi padre lo acompañó en el traslado y le manifestó, dada la confianza que con él tenía, los inconvenientes que podría tener si seguía con igual tendencia en Aldea. Me lo contó él mismo años más tarde, siendo ya yo mayor, en una visita que le hice en Madrid, ya su cuarto y definitivo destino: la capellanía del Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil, después de haber estado unos años en Daya Nueva, Alicante. ¡Que sabios consejos me dio tu padre, me decía, y cuántos disgustos me hubiera evitado de haberle hecho caso!
Falleció ya hace bastantes años. Como también falleció, ya en Madrid, su hermana María, que permaneció soltera acompañándole siempre. Su otra hermana, Pepita se casó en Aldea del Obispo con un tal Vicente, pero pronto se trasladaron a Madrid, donde estableció una bodega en una calle cercana al bario del Pilar, en el que vivo. Pese a mis esfuerzos por localizarlos o al menos a su hijo Estebita, no lo he logrado.
De los sobrinos que estuvieron en el pueblo, perdí también el contacto; sé que la chica: Carmencita, estuvo hace unos años en el pueblo, acompañada de un a hija suya, recordando sus buenos tiempos. Encontró el pueblo muy cambiado y modernizado. Preguntó por mis padres y por mí; no sé que le dirían, pero sentí que nadie los enderezada a casa de mi sobrino Pepe para que le hubiera proporcionado mi dirección. ¡Que le vamos a hacer!
Debió llegar en Junio o principios de julio del 1936. Yo no estuve presente en su llegada porque, como he explicado arriba, me hallaba en el Payo.
Un primer gran servicio, de los muchos que hizo al pueblo, lo prestó a poco de su llegada. En Ciudad Rodrigo estaba preparado un fuerte contingente de fuerzas sublevadas que iban a venir al pueblo, aparte de armados con sus correspondientes fusiles, hasta con un mortero porque esperaban fuerte resistencia. D. Esteban que era hijo de guardia civil y tenía muy buenas relaciones con el cuartel de Ciudad Rodrigo, al enterarse, subió a Ciudad Rodrigo, acompañado por el Secretario, para aclarar el mal entendido. ¿Cuál era éste?
Muy sencillo. Para las elecciones de febrero del 36, la propaganda del partido socialista hizo creer a todos que los que no les votaran no podrían optar a la compra de parcelas en Porteros, que por entonces se comentaba estaba próximo ponerse en venta.
Todos votaron a los socialistas, con la sola excepción de una familia, emberrenchinada contra los partidos de izquierda porque en circunstancias muy penosas del dificultoso parto de su primera y luego única hija, en plena recolección no había podido encontrar jornaleros para la siega por culpa de la maladada ley que prohibía contratar jornaleros que no fuera del mismo pueblo del contratante, y en el pueblo no los había, ya que todos más o menos tenían faenas propias que realizar, por lo que votaron a las derechas, y de un pequeño grupo de comunistas, engatusados con la promesa de hacer que sus hijos pudieran estudiar como los ricos, que votaron por dicho partido. Tan crecido número de votos a las izquierdas había hecho creer que el pueblo se iba a defender con uñas y dientes de las derechas sublevadas.
También más tarde, libró a varios de las molestias por su pertenencia comunista, y a otro, encarcelado algún tiempo denunciado por irse de la lengua en Ciudad Rodrigo, criticando a Franco, porque había llamado a filas a dos de sus hijos, aún jóvenes, logró sacarlo de ella.
Llegó al pueblo acompañado de sus padres, de dos hermanas solteras y dos sobrinos, chico y chica cuyos padres quedaron aislados en Madrid hasta el término de la guerra
Era muy dinámico y activo. Organizó pronto una escuela nocturna para mayores; certámenes públicos en la plaza para los escolares, funciones de teatro en el salón del ayuntamiento, rezo diario del rosario por las noches, cabalgatas, mejor marchas, de Reyes Magos para repartir juguetes a los niños, y otras actividades culturales. Estuvo apoyado por su padre, ya jubilado, que hasta había compuesto en verso unas reglas de ortografía.
Nos preparó a varios chicos para ingresar en aspirantados religiosos o a chicas para noviciados de monjas.
Un cierto defecto sí tuvo en su ardor religioso patriótico. Se entrometía un poco en las decisiones del Ayuntamiento. En el pueblo se lo aguantaron porque tenía el cariño de la gente, pero no así en su nuevo destino de Aldea del Obispo, su destino al dejar la Parroquia de nuestro pueblo. Sé que mi padre lo acompañó en el traslado y le manifestó, dada la confianza que con él tenía, los inconvenientes que podría tener si seguía con igual tendencia en Aldea. Me lo contó él mismo años más tarde, siendo ya yo mayor, en una visita que le hice en Madrid, ya su cuarto y definitivo destino: la capellanía del Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil, después de haber estado unos años en Daya Nueva, Alicante. ¡Que sabios consejos me dio tu padre, me decía, y cuántos disgustos me hubiera evitado de haberle hecho caso!
Falleció ya hace bastantes años. Como también falleció, ya en Madrid, su hermana María, que permaneció soltera acompañándole siempre. Su otra hermana, Pepita se casó en Aldea del Obispo con un tal Vicente, pero pronto se trasladaron a Madrid, donde estableció una bodega en una calle cercana al bario del Pilar, en el que vivo. Pese a mis esfuerzos por localizarlos o al menos a su hijo Estebita, no lo he logrado.
De los sobrinos que estuvieron en el pueblo, perdí también el contacto; sé que la chica: Carmencita, estuvo hace unos años en el pueblo, acompañada de un a hija suya, recordando sus buenos tiempos. Encontró el pueblo muy cambiado y modernizado. Preguntó por mis padres y por mí; no sé que le dirían, pero sentí que nadie los enderezada a casa de mi sobrino Pepe para que le hubiera proporcionado mi dirección. ¡Que le vamos a hacer!