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SERRADILLA DEL LLANO: “Travesía a la Argentina”...

“Travesía a la Argentina
Las hermanas de mi abuela Lucia Velasco que marcharon en el año 1920, poniendo rumbo a la Argentina, época en la que partieron la mayoría de familias, embarcaron, todas en Algeciras (Cádiz), una de ellas Manuela Velasco junto a su marido Ángel Sánchez y una soltera, Casimira Velasco, otra tercera, la mayor de ellas, Ambrosia Velasco; había marchado dos o tres años antes con su marido Ignacio Sastre, incluso este ya había estado con anterioridad, junto a su hermano Domingo Sastre (padre del sr. Daniel marido de Juana) en Rivadavia- la Argentina, según entendí siempre a mis abuelos, aunque he podido ver en una carta que conserva mi madre, escrita y enviada por el matrimonio formado por Ángel Sánchez y Manuela Velasco en 1944 en cuyo encabezado figura como pueblo, América, o así es como yo lo entiendo, (esta duda entre los dos nombres de pueblo, me está sirviendo de guía para hacer algunas pesquisas) Como decía antes, Ignacio había marchado con anterioridad quedando Ambrosia en el pueblo junto al único hijo que tenían (Manuel) pero al morir el niño con 10 años y quedar sola, regresó Ignacio y marcharon ambos de nuevo a Rivadavia, eran ellos, Ignacio y Ambrosia, que tras estar 13 ó 14 años allá en la Argentina regresaron de nuevo a Serradilla en 1931, donde después regentaron una panadería el resto de su vida, como es bien conocido por los mayores del pueblo, pues Ambrosia murió en 1968 en casa de mi abuela, la recuerdo muy vagamente, por mi corta edad en ese momento, pero sí recuerdo que por la noche cuando marchaba a dormir, me pedía que le diera la mano para servirle de guía, desde la cocina a la habitación, pues era muy mayor tenía 88 años y cataratas que en esa época y edad parece ser no operaban, Ignacio había muerto algunos años antes; como decía eran ellos los que contaban a mi abuela y a mi madre las aventuras y peripecias vividas, en el viaje y después en la (quinta) finca donde trabajaban allá en la Argentina, entre esas experiencias estaba la “travesía”, como ellos nombraban al viaje; viaje que duraba, según contaban ellos, 28 días en barcos de poca monta, soportando el paso de los días de la mejor forma que podían, con la vista puesta en el horizonte, albergando la esperanza de que allí, trabajando duro podrían ahorrar un puñado de dinero para regresar al pueblo donde tendrían un futuro mejor, regreso que se vio truncado en la mayoría de los casos, desde mi humilde opinión a la guerra civil que seguramente fue el hecho que retrasó el viaje de regreso, después los hijos se hicieron mayores, por otro lado los padres principalmente, que habían quedado en el pueblo se habían hecho mayores y habían muerto, una serie de eventos que fueron posponiendo el viaje de vuelta para finalmente desestimarlo. Según comentaba Ambrosia la travesía era dura, tampoco sabían leer, ni escribir, tiraban hacia adelante haciendo de tripas corazón, a ratos con los ojos humedecidos y no precisamente de la brisa del mar, la garganta seca y no por falta de agua, más bien por los recuerdos y la nostalgia de dejar atrás a su entrañable pueblo con el desarraigo que eso conlleva y más aún sus seres queridos a los que si todo iba bien y con un poco de suerte, tardarían en volver a ver, como poco, un buen puñado de años, o quizás, ya nunca más, como fue el caso de las otras dos hermanas. También contaban que durante la travesía, murió una joven, su féretro fue una especie de saco, especial para esas ocasiones y su tumba el fondo de mar. La dureza de la “travesía” está claro que no admite dudas. Un saludo desde Salamanca.