Una de estas casas era la de Tío Mariano. Era tío de mi madre y en una ocasión hube de ir a llevar algo, que ya no recuerdo. Atravesé el largo corredor hasta llegar a la parte habitada, --estructura muy común en casi todas las casa de entonces--, sin problemas pero a la salida, tras el consabido dulce con que solían agasajar a los críos, salía ufano sin darme cuenta de que debajo de un banco corrido, a la derecha, se guarecía una perra con su cría. No recuerdo haber hecho nada que la molestara, pero el hecho es que se abalanzó a mi pierna derecha y me dió un buen mordisco. Guardo aún la señal.
Desde luego fue la última mordedura que hizo en su vida, pues en cuanto los cachorros pudieron valerse por sí mismos le dieron muerte.
Desde luego fue la última mordedura que hizo en su vida, pues en cuanto los cachorros pudieron valerse por sí mismos le dieron muerte.