Un recuerdo de Valdelageve.
El verano pasado me adentre en el pueblo de Valdelageve, me había paseado otras veces por sus calles, pero ya hacía tiempo que no había vuelto, (el pueblo se ubica al margen de la carretera y por ello hay que acercarse expresamente).
Lo encontré algo más despoblado a pesar de ser verano, apenas algunos vecinos por sus calles.
Paseando por sus callejuelas, y ante la curiosidad que siempre despierta el tratar de saber si eres conocido o forastero, una señora que se encontraba sentada en el poyo, a la puerta de su casa, me deseó los buenos días muy amablemente, su saludo franco y amable hizo que entabláramos una sincera conversación sobre el pueblo.
Entre las cuestiones surgió, la tranquilidad en el pueblo, pero también la soledad a la que pasara un par de meses.
Quiero dedicar la imagen de esta calle, donde tuve el placer de conversar con una abuela, una señora que me demostró una sabiduría de la vida en el corto espacio de tiempo que estuvimos hablando, su dulzura y comprensión con los hijos que están emigrados y no están junto a ella todo el tiempo que quisiera. Aseverándome que en todos estos pueblos, la situación de las familias con sus ancianos, tiene gran semejanza. Este recuerdo me ha hecho cavilar largo tiempo.
Seguramente, no tendrá la ocasión de leer estas líneas, tampoco se su nombre. Quizás alguien, sepa de quien hablo por la calle que es. De todas las maneras, siempre agradecí el paseo de esa mañana, una vez más comprobé, que en cualquier lugar puedes encontrar personas de buena fe, acogedoras y de una entrañable amabilidad.
También quisiera enviarle un saludo al señor Benicio, que también me lo encontré esa mañana.
Julián
El verano pasado me adentre en el pueblo de Valdelageve, me había paseado otras veces por sus calles, pero ya hacía tiempo que no había vuelto, (el pueblo se ubica al margen de la carretera y por ello hay que acercarse expresamente).
Lo encontré algo más despoblado a pesar de ser verano, apenas algunos vecinos por sus calles.
Paseando por sus callejuelas, y ante la curiosidad que siempre despierta el tratar de saber si eres conocido o forastero, una señora que se encontraba sentada en el poyo, a la puerta de su casa, me deseó los buenos días muy amablemente, su saludo franco y amable hizo que entabláramos una sincera conversación sobre el pueblo.
Entre las cuestiones surgió, la tranquilidad en el pueblo, pero también la soledad a la que pasara un par de meses.
Quiero dedicar la imagen de esta calle, donde tuve el placer de conversar con una abuela, una señora que me demostró una sabiduría de la vida en el corto espacio de tiempo que estuvimos hablando, su dulzura y comprensión con los hijos que están emigrados y no están junto a ella todo el tiempo que quisiera. Aseverándome que en todos estos pueblos, la situación de las familias con sus ancianos, tiene gran semejanza. Este recuerdo me ha hecho cavilar largo tiempo.
Seguramente, no tendrá la ocasión de leer estas líneas, tampoco se su nombre. Quizás alguien, sepa de quien hablo por la calle que es. De todas las maneras, siempre agradecí el paseo de esa mañana, una vez más comprobé, que en cualquier lugar puedes encontrar personas de buena fe, acogedoras y de una entrañable amabilidad.
También quisiera enviarle un saludo al señor Benicio, que también me lo encontré esa mañana.
Julián