Recuerdo aquellas
nevadas de antaño, quizá por las que hoy se hacen presente; las del
pueblo siempre fueron tremendas. Había veces que superaban los treinta centímetros, ello obligaba abrir, de un vecino a otro, angostos
senderos con la pala para poder visitar sus
casas; son muy longevos recuerdos.
Era capricho que en
casa, por entrar en calor, se antojara elaborar espeso chocolate en los pucheros, mojar a capricho bizcocho o
pan en algunos de aquellos que se deleitaban frente a la lumbre alegres,
... (ver texto completo)