CON PERMISO PONGO ESTE ARTICULO DE COPI_PEGA MERECE LEERLO Y ESPECIAL PAR MI AMIGO
VIRTUAL "JOSE" SALUDOS.
Me encontraba en casa, reparando una lámpara – uno de mis arreglos del fin de semana – cuando escuché la noticia por televisión. El corazón me comenzó a latir con fuerza. Instintivamente, comencé a rezar y pedirle a Dios que el autor no fuera un marroquí, musulmán o extranjero. Consulté el teletexto para intentar descubrir su identidad.
Mohamed Amezian
En mi mente se cruzaron todo tipo de imágenes: los titulares del día siguiente, los así llamados analistas y expertos en el Islam, los anti-terroristas que suelen aparecer en los programas de televisión. Y naturalmente, también imaginé a Geert Wilders, el líder del partido ultraderechista PVV, con su expresión de triunfo, haciendo declaraciones a la prensa sobre ‘los peligros del Islam’ en Europa y en Occidente. Me vi a mí mismo caminando por la calle, abrumado por un complejo de culpa, obligado a tomar distancia de un acto que yo no había cometido.
Musulmán en Occidente
Yo debería explicar el acto de ‘mi hermano’, condenarlo y averiguar quién lo había inducido a actuar de ese modo. ¿Quién tramó este atentado? Todos esos pensamientos cruzaron en unos segundos por mi mente. ¿Por qué? ¡Porque, siendo un musulmán en Occidente, siento que es mi obligación explicar lo que hacen mis “hermanos” en todas partes del mundo! Este temor puede resultar incomprensible para uno que no sea musulmán. Pero les aseguro que es así.
Si bien suelo reaccionar con serenidad frente a este tipo de incidentes, y me considero una persona racional, la polarización que se observa en Occidente resulta realmente inquietante. Por eso experimenté un enorme alivio al leer en teletexto que el autor era ‘un hombre autóctono blanco’. Alivio pero, desde luego, también compasión por las víctimas y familiares de este terrible tiroteo.
Comerciantes del miedo
Debo subrayar que, tanto las autoridades como los medios, revelaron muy pronto la identidad del autor para cerrar el paso a los difusores de rumores y comerciantes del miedo.
¿Es suficiente para hacer desaparecer el temor profundo que me embarga? No, claro que no. No quiero vivir en una sociedad donde se trazan los límites divisorios entre blancos y negros, entre musulmanes y no musulmanes, entre autóctonos y alóctonos. Quiero vivir en una sociedad donde la ciudadanía se manifiesta por encima de todas las diferencias y detalles insignificantes.
El derecho a callar de Wilders
Lo que considero sorprendente, en el contexto de este terrorífico incidente, es el ‘derecho a callar’ que ejerce el líder del PVV, Geert Wilders. Normalmente, cuando se trata de musulmanes y extranjeros, no pierde oportunidad para agudizar sus pronunciaciones contra el Islam y ganarse así algunas almas para ‘su misión’. Revisé la página web de Wilders y de su partido. Ni una sola mención a la masacre en Alphen aan de Rijn, ni un solo mensaje de solidaridad con las víctimas y los familiares. Pero sí encontré temas como ‘la sariá en Holanda’, ‘Amenaza musulmana contra Wilders’, y otros por el estilo.
Casi me gustaría exigir que Wilders se presente ante las cámaras para explicarnos por qué este joven holandés, Tristan van der V., ha cometido esta atroz masacre. ¿En quién se ha inspirado? ¿Quién le lavó el cerebro, principalmente cuando leemos en el NRC que Tristan puede haber votado por el PVV. Un vecino de Tristán declaró ante el periódico: ‘Tristán estaba ‘harto’ de los extranjeros.
Yo no fui
Lo que sucedió el 9 de abril en Alphen aan den Rijn casi no se puede describir con palabras. Espero que nunca más se cometan actos como ese en nuestro país. La única ‘culpa’ de las víctimas es haberse encontrado en el lugar equivocado, en el momento equivocado. El suceso me ha dejado con una extraña sensación. Me gustaría gritar a viva voz: “! Lo ven, yo no fui ¡”
El sábado 9 de abril, Tristan van der V. abrió el fuego contra las personas que se encontraban en un centro comercial en la localidad holandesa de Alphen aan de Rijn. Después de matar a 6 personas y herir a otras 17, se suicidó. Tristán era un joven holandés de 24 años que, según todos los indicios, actuó por cuenta propia.
VIRTUAL "JOSE" SALUDOS.
Me encontraba en casa, reparando una lámpara – uno de mis arreglos del fin de semana – cuando escuché la noticia por televisión. El corazón me comenzó a latir con fuerza. Instintivamente, comencé a rezar y pedirle a Dios que el autor no fuera un marroquí, musulmán o extranjero. Consulté el teletexto para intentar descubrir su identidad.
Mohamed Amezian
En mi mente se cruzaron todo tipo de imágenes: los titulares del día siguiente, los así llamados analistas y expertos en el Islam, los anti-terroristas que suelen aparecer en los programas de televisión. Y naturalmente, también imaginé a Geert Wilders, el líder del partido ultraderechista PVV, con su expresión de triunfo, haciendo declaraciones a la prensa sobre ‘los peligros del Islam’ en Europa y en Occidente. Me vi a mí mismo caminando por la calle, abrumado por un complejo de culpa, obligado a tomar distancia de un acto que yo no había cometido.
Musulmán en Occidente
Yo debería explicar el acto de ‘mi hermano’, condenarlo y averiguar quién lo había inducido a actuar de ese modo. ¿Quién tramó este atentado? Todos esos pensamientos cruzaron en unos segundos por mi mente. ¿Por qué? ¡Porque, siendo un musulmán en Occidente, siento que es mi obligación explicar lo que hacen mis “hermanos” en todas partes del mundo! Este temor puede resultar incomprensible para uno que no sea musulmán. Pero les aseguro que es así.
Si bien suelo reaccionar con serenidad frente a este tipo de incidentes, y me considero una persona racional, la polarización que se observa en Occidente resulta realmente inquietante. Por eso experimenté un enorme alivio al leer en teletexto que el autor era ‘un hombre autóctono blanco’. Alivio pero, desde luego, también compasión por las víctimas y familiares de este terrible tiroteo.
Comerciantes del miedo
Debo subrayar que, tanto las autoridades como los medios, revelaron muy pronto la identidad del autor para cerrar el paso a los difusores de rumores y comerciantes del miedo.
¿Es suficiente para hacer desaparecer el temor profundo que me embarga? No, claro que no. No quiero vivir en una sociedad donde se trazan los límites divisorios entre blancos y negros, entre musulmanes y no musulmanes, entre autóctonos y alóctonos. Quiero vivir en una sociedad donde la ciudadanía se manifiesta por encima de todas las diferencias y detalles insignificantes.
El derecho a callar de Wilders
Lo que considero sorprendente, en el contexto de este terrorífico incidente, es el ‘derecho a callar’ que ejerce el líder del PVV, Geert Wilders. Normalmente, cuando se trata de musulmanes y extranjeros, no pierde oportunidad para agudizar sus pronunciaciones contra el Islam y ganarse así algunas almas para ‘su misión’. Revisé la página web de Wilders y de su partido. Ni una sola mención a la masacre en Alphen aan de Rijn, ni un solo mensaje de solidaridad con las víctimas y los familiares. Pero sí encontré temas como ‘la sariá en Holanda’, ‘Amenaza musulmana contra Wilders’, y otros por el estilo.
Casi me gustaría exigir que Wilders se presente ante las cámaras para explicarnos por qué este joven holandés, Tristan van der V., ha cometido esta atroz masacre. ¿En quién se ha inspirado? ¿Quién le lavó el cerebro, principalmente cuando leemos en el NRC que Tristan puede haber votado por el PVV. Un vecino de Tristán declaró ante el periódico: ‘Tristán estaba ‘harto’ de los extranjeros.
Yo no fui
Lo que sucedió el 9 de abril en Alphen aan den Rijn casi no se puede describir con palabras. Espero que nunca más se cometan actos como ese en nuestro país. La única ‘culpa’ de las víctimas es haberse encontrado en el lugar equivocado, en el momento equivocado. El suceso me ha dejado con una extraña sensación. Me gustaría gritar a viva voz: “! Lo ven, yo no fui ¡”
El sábado 9 de abril, Tristan van der V. abrió el fuego contra las personas que se encontraban en un centro comercial en la localidad holandesa de Alphen aan de Rijn. Después de matar a 6 personas y herir a otras 17, se suicidó. Tristán era un joven holandés de 24 años que, según todos los indicios, actuó por cuenta propia.