EL MUECO
Este mueco se construye en el Taller
Castaño de
Villalba de los Llanos. Al final de la década de los sesenta se diseñó. Se emplea para curar las reses bravas. Es de estructura metálica, forrado sus interiores con madera de castaño, para evitar ruidos y lesiones del animal. Tiene varias medidas de seguridad y sus partes laterales tienen acceso para curar a las reses bravas. De Villalba se han fabricado y vendido muecos en todo el territorios español, con exportaciones a
Portugal y
Francia.
Talleres Castaño, realizó su primera prueba, en una
finca emblemática, denominada El
Puerto San Lorenzo de la Calderilla, enclavada en tierras de Tamames, en el término municipal de Tejeda y Segoyuela. Es la comarca de la Huebra.
Es zona donde rezuma “
ARTE, SABIDURÍA Y
TOROS” o más que sabiduría suelo de acontecimientos históricos. No podemos olvidarnos la célebre Batalla de Tamames, que tuvo lugar el 18 de octubre de 1809.
Por estos lares transitó el celebérrimo don Julián Sánchez “El Charro”, nacido en Peramatos, perteneciente a Muñoz. Este guerrillero con honores
militares se echó al
monte para defender el honor de sus hermanas vejadas por los gabachos. Lo cierto es que, detrás de este luchador, se escondía un bandolero donde lo que le importaba era el vil metal de la bolsa. Un hombre con una leyenda popular que le honraba y una
historia real diametralmente opuesta a la que cuentan los libros.
Hasta la Desamortización de Mendizábal la finca era propiedad del Deán Catedralicio.
Posteriormente, la finca del Puerto, fue comprada por un serrano, Juan Fraile de Mogarraz que la pagó con calderilla y de ahí su nombre: Puerto San Lorenzo de la Calderilla. Era una de las más afamadas ganaderías y hasta hace poco ha ocupado el segundo lugar, en el ránking de la tauromaquia, detrás de Marqués de Domecq.
LA ANÉCDOTA. Los operarios del Taller Castaño, procedieron a realizar las pruebas y verificar si todos los cierres de seguridad funcionaban correctamente, el bautismo salió perfecto. Lo anecdótico lo comentamos ahora. Finalizados los diferentes ensayos, al abrir la compuerta, el animal, lejos de marchar hacia la manada, se fue hacia los probadores, el mayoral y los ayudantes, los cuales, estaban sobre la cima de una pared. El morlaco levantó su cabeza, presentando su hermosa cornamenta, como credencial de defensa. Fueron momentos de zozobra, alguna
piedra se resbaló y la inestabilidad de algunos creó cierta tensión y nerviosismo, haciendo acto de presencia el miedo que cundió entre los presentes, algunos aún lo llevan metido en el cuerpo.
Este mueco se halla valorado entre 8.000 a 9.000 euros
RODRÍGUEZ PEÑA