ASPECTOS DE LAS CULTURAS POLÍTICAS DE LOS CABALLEROS Y LOS PECHEROS EN
SALAMANCA Y CIUDAD RODRIGO A MEDIADOS DEL SIGLO XV. VIOLENCIAS RURALES Y DEBATES SOBRE EL PODER DE LOS CONCEJOS.
JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
INTRODUCCIÓN
La memoria del Linaje le hace descender de sangre real de Fernando III y por eso los Enríquez de
Sevilla, que en realidad es la exacta denominación del linaje, presumieron en Salamanca de estos supuestos orígenes, que hicieron patentes en su heráldica, según podemos entresacar de “La heráldica salmantina.
Historia de la ciudad en el
arte de sus
blasones cuya primera edición fue de 1966 de J. Villar y editado en estas páginas.
DE GARCI VELASCO A VILLALVA
El objetivo de Enrique Enríquez en el segundo tercio del siglo XV fue fundar un señorío de cierto relieve. Aparte de otras aldeas dispersas por la tierra, era el mayor heredero o dueño de algunas cercanas al
Campo de Muñodoño. Tenía heredades en
Cojos de Robliza y poseía la
Bóveda, Aldehuela y junto a esta Castro, La Maza, y el lugar de Muñodoño, homónimo del área comunal. Desde estas aldeas sus labradores y pastores usurpaban los comunales del Campo, estando implicados él y el caballero Fernán Nieto, como revelan las averiguaciones realizadas entre 1433-1434, sentencias de 1442 y carta regia de 1453. Así lo delatan las pesquisas sobre términos realizadas en diversos folios: 56, 60, 134, 142, 260 y 267.
Tal vez, acariciaba la posibilidad de fundar un señorío.
Por las pesquisas de 1453 indican que había intentado trasladar por la fuerza gente de Muñodoño a la aldea de Castro, o Castro de Enríquez, de la que era dueño. Donde concentró todos sus esfuerzos para crear un señorío fue en otro lugar, con éxito relativo. Adquirió por permutas, entregando otras heredades a cambio, con el Caballero Gómez de Benavides el lugar de Garci velasco, que cambió de nombre, denominándole Villalva de los Llanos, donde abrió un
mesón para atraer población. Era tan pequeño, de 7 a 10
vecinos, o 10-12 según testimonios, que quiso poblarlo a la fuerza importando campesinos de tres o cuatro lugares de los que era dueño, los de los alrededores de Campo Muñodoño. En pocos años, Villalva de los Llanos, se transformó de aldea salmantina en “villa para sí”. Logró doblar su población hasta 20 y 30 vecinos y aspiraba alcanzar los 150, una cifra digna para ser capital de un señorío rural de cierto renombre.
En el libro pesquisas sobre términos 1433-1453 hay una reseña delatadora que los procuradores de Salamanca le decían al rey, transcribo literalmente del castellano antiguo:
“El dicho Enrique Enríquez tiene cerca de dicho lugar, que oyó del dicho Gómez de Benavides, cuatro o cinco aldeas que son en término y jurisdicción de dicha ciudad. Y dícese que las quiere despoblar para acrecentar el
pueblo que así oyó Gómez de Benavides de que tiene jurisdicción, el cual se llama Garci Velasco y ahora se llama Villalva de los Llanos y como en el término no podían vivir nada más que 10 o 12 vecinos, juntando los términos de dichas aldeas, se podría hacer 100 o 150 vecinos con los
montes, labranzas, y pastos de dichas aldeas de los cuales seguirían los mismos.
Otro testimonio de aquella época insistía en que Enrique Enríquez: “que tiene a su alrededor de dicho lugar de Villalva tres aldeas suyas que son aldeas y términos y jurisdicción de esta ciudad.” Una de ellas era La Aldehuela. El testigo, un vecino de la ciudad, señalaba que “oyó decir al dicho Enrique Enríquez puede hacer tres años, estando en dicho lugar de Villalva, que quería despoblar los dichos tres lugares y traer los vecinos a vivir al dicho lugar de Villalva y hacer de él un gran pueblo que fuese nombrado en toda la
Sierra”.
No logró su objetivo, ni tampoco incorporar a sus posesiones parte del Campo de Muñodoño, que no sólo las actuaciones de 1453 evitaron, sino otras posteriores, 1455 y 1456, ya contra la viuda de Enrique Enríquez, María de Monroy.
En “Panorama y evolución jurisdiccional en la baja Edad Media” de José Mª Monsalvo y en Historia de Salamanca. Tomo II. Edad Media, Salamanca páginas 331-386 de J. L. Martín Rodríguez, entresaco este dato.
“Por datos fiscales de 1458 el Señorío de Villalva de los Llanos era la jurisdicción más pequeña de todas las del obispado de Salamanca, apenas suponía el 0,09% del mismo”
DIEGO SOLIS LO QUISO HACER EN COJOS DE ROLLAN
El uso de la fuerza fue una constante y me encuentro en este libro con el caballero Diego Solís. Pertenecía a una de las principales
familias salmantinas con abolengo urbano en torno a las
parroquias de
Santo Tomé y
San Mateo, era un personaje destacado. Era guarda y vasallo del rey, había fundado un mayorazgo en 1444 y dueños de heredades y cotos de la tierra de Salamanca.
Recurrió a la pauta ya conocida de forzar la creación de un señorío, Se trataba del lugar de Cojos (existe Cojos de Robliza y Cojos de Rollán) citándose el lugar de cerca de Rollan un pequeñísimo lugar de Salamanca cuyo término no daba para vivir 2 o 3 vecinos. Allí quiso ubicar su “villa señorial” un gran pueblo, según un testigo, despoblando para ello las aldeas más próximas, atemorizando a los campesinos comarcanos, erigiendo ilegalmente una fortaleza y resistiendo la acción de la justicia. Desde 1447 había usurpado la jurisdicción de Cojos a Salamanca y todavía en 1453, cuando la justicia impidió sus propósitos, en este caso no se consolidó el señorío. Tenía alcalde en la
torre, alcaldes en sus tierras y hombres dispuestos a emplear la fuerza por toda la comarca. Según testimonios.
Otro testimonio, el de un escribano salmantino, menciona que además de
casa fuerte “una gran torre”, según otro testigo, donde el caballero “tiene en el cepo y cadena y hace librar pleitos y prender hombres”, no permitía actuar a la justicia y que sus hombres agredieron a uno de los escribanos que fueron a Cojos para un asunto: “yendo Alfonso Sánchez, notario (…) que ciertos hombres de dicho Diego Solís lo corrieron”. Otro testigo decía que desde su torre fuerte Diego de Solís amenazaba a cualquier escribano, justicia, agente del concejo que se acercase “y oyó decir al dicho Diego Solís que si allá iban que lo descalabraría; y que viese cada uno lo que hacía y que no le enojaran” el escribano Alfonso Sánchez tuvo que salir corriendo “y que si lo alcanzaba, que por ello lo matara”. Parece que luego el caballero, “estando en la
plaza de dicha ciudad” reiteró al escribano la amenaza de muerte ante los presentes.
Estos hechos delictivos los cometieron más personajes y entresaco a estos por la cercanía y por la importancia que ambos tuvieron en la batalla de los Bandos en Salamanca, un proceder muy poco deseable.
RODRÍGUEZ PEÑA