La crisis
De casi todos es conocido que la actual crisis, además de mundial, tiene su origen en el sistema bancario y su detonante se produjo en Norteamérica afectando a numerosos países, sobre todo en el Viejo Continente. Los casos más conocidos, por el machaque de los medios, son Grecia y Portugal, pero otros fueron por delante, Islandia e Irlanda, siguiéndolos España e Italia y, ahora, parece que se resienten Francia y el menos pudiente de los ricos europeos, Holanda. Esto si no metemos a determinados países “hermanos” allende los mares.
En nuestro caso, además del efecto bancario que actúa como las fichas de dominó, resultó que nos encontró con los “pantalones bajados”. Es decir, con una economía en la que buena parte de la industria –en casi todos los sectores- había sufrido la deslocalización a países más baratos en salarios (este de Europa, Asia y África). Nuestro crecimiento estaba sustentado en la construcción de viviendas e infraestructuras (en muchos casos innecesarias), el consumo interno desmesurado que tenía como apoyo o estímulo la abundancia de dinero a muy bajo precio y sin garantías de futuro. Tenemos otra pata, que de momento funciona, que es el turismo, pero basado en la masificación y baja calidad, con un problema de obsolescencia en numerosas instalaciones y ocupación de la línea de costa con urbanizaciones que destruyen playas, dunas, humedales y paisajes, llenando todo el espacio de cemento y ladrillos.
Por desgracia, somos un pueblo en el que abundan los pícaros (¡cuánta literatura existe sobre el particular!). De siempre, el hombre siempre ha hecho lo imposible por vivir de los demás, siendo nutrida la tropa de “listos”, pillos, truhanes, timadores, prevaricadores, desfalcadores, defraudadores, depredadores, embaucadores, usurpadores, ladrones, saqueadores, trapaceros, impostores, farsantes, tramposos, fulleros, inmorales, indecentes, charlatanes, corruptos, bufones, cuentistas, carteristas, trileros, falsos, tramposos, gorrones, granujas, parásitos, sablistas, rufianes, tunantes, bribones, infames, bellacos, marrulleros, cacos, rateros, cínicos, desvergonzados, facinerosos, farfulleros, farsantes, granujas, mangantes, vivales, etc. El cohecho y prevaricación se han instalado en los aledaños del poder, donde las dádivas y regalos, las comisiones o “donaciones” juegan un papel fundamental a la hora de conseguir contratos de obras, suministros y servicios de las distintas administraciones; dineros que hábilmente se detraen del común para engrasar, no solo a los partidos políticos y otras organizaciones, sino para engrosar el patrimonio de quienes siendo tesoreros o administraciones canalizan ese flujo a sus bolsillos y cuentas en paraísos fiscales. Deshonestos y sin vergüenzas, por todas las esquinas, que da la impresión que medio país estuviera engañando al otro medio.
A lo anterior, sin duda hemos de unir la actitud de una ciudadanía desmovilizada que todas sus esperanzas, elección tras elección, sean de ámbito local, estatal, autonómico, europeo o de cualquier asociación del tipo que sea, las pone o deposita en gente sin escrúpulos, imputados en multitud de hechos de dudosa legalidad, cuando no condenados en los tribunales por hechos delictivos y después graciosamente indultados desde el Consejo de Ministros, para que sigan saqueando las arcas públicas; ejerciendo el nepotismo llenado de familiares y allegados de todo tipo las secretarias, asesorías y “hombres de confianza” los ayuntamiento, diputaciones, comunidades autónomas y administración central.
Generalmente, nos conformamos con meter una papeleta cada cierto tiempo en una urna delegando en otros la responsabilidad que a nosotros personalmente nos corresponde, despreocupándonos acto seguido del seguimiento y control de los elegidos. Lo anterior, se pone de manifiesto en quienes asumen los diferentes poderes del Estado, que estando inmersos en un sinfín de escándalos y trapacerías, año tras año y elección tras elección, gozan del favor de un electorado, como poco, atolondrado.
Los bancos y banqueros, al igual que los políticos, se han ganado el desprestigio ellos solos, a costa de saquear a los ciudadanos, de arruinar a las cajas de ahorro, dejar sin vivienda a multitud de personas que se endeudaron al calor de la abundancia; les vendieron preferentes o participaciones en sus chiringuitos con garantía de lo invertido a varios siglos vista; se construyeron infraestructuras que no llevan a parte alguna o nadie utiliza; los servicios esenciales a la comunidad son deliberadamente erosionados, después se dice que funcionan mejor siendo privatizados y finalmente se entregan a los amiguetes; los órganos judiciales se politizan y se ponen al servicio de los poderosos; se castiga a los jueces que investigan, encausan y encierran a los presuntos, por el contrario, éstos quedan en libertad y se los coloca en los consejos de dirección de determinadas empresas; la policía se utiliza en favor de unos y en contra del otro; los delincuentes de guante blanco están exentos de la cárcel y, algunos políticos subidos en la poltrona del poder, rehúyen las comparecencias en el Parlamento como quien escapa de la peste.
Este es un país lleno de contradicciones, en el que, por ejemplo, las ganancias se privatizan y las pérdidas se socializan; tenemos un estado, supuestamente aconfesional, pero una de las religiones impone su filosofía al conjunto del país; tenemos una policía rural, la Guardia Civil, que es militar; disponemos de unos federatarios públicos, los notarios y registradores de la propiedad, que son privados y como tales dirigen sus negocios; se elaboran códigos éticos para el buen gobierno de las instituciones y quienes se encargan de elaborarlos practican la corrupción y, a la vez que hacen la ley para el cumplimiento de los demás, se sustraen a su aplicación; se nos alarga la edad de jubilación a todos y los años de cotización para llegar a tener derecho, pero se facilita la destrucción de empleo, los contratos en precario y la protección social, a la vez se siguen concediendo pensiones vitalicias a quienes, por haber sido elegidos, se han situado durante unos pocos años en la política, han arruinado las cajas o, simplemente, por ser directivos de esas grandes empresas del Ibex donde, en el Orden de Día de las Juntas Generales, nunca se olvidan de incluir un punto referido a sus emolumentos; se nos riñe y culpabiliza de la actual situación a la infantería, a la que se le aumentan los impuestos y tasas, se les penaliza con la compra de medicamentos y material sanitario, se le recorta el salario y se le exige producir más trabajando más horas y cobrando menos, se les expropia ahorros y derechos, y quienes hacen todo esto se lo llevan crudo; tenemos una enseñanza supuestamente gratuita, pero en la que cualquiera que sea padre sabe que no es del todo cierto, los libros y otro material escolar, se paga y a muy buen precio para el tiempo de vida útil, amén de las subidas de tasas para estudios fuera de la enseñanza obligatoria; la atención a los dependientes y mayores recae sobre sus familiares ya que el Estado es incapaz de garantizar, no solo la atención que precisan, sino las ayudas económicas necesarias para cubrir las diferencias entre las magras pensiones y el importe que conlleva su atención; se devalúan los salarios y las estadísticas dicen que suben los costes laborales por esta causa; se nos promete en las campañas electorales y llegados a la poltrona se hace todo lo contrario, pero se nos dice y, hasta hay convencidos que se lo creen, que todo lo hacen por nuestro bien; si tienes que reclamar algo contra la administración en los juzgados, te suben las tasas para que desistas y te allanes, de paso tratan de conseguir que los españoles hagamos dejación de nuestros derechos; si te manifiestas y protestas en la calle, se elabora una nueva ley que intimide a los posibles descontentos; si te despiden y no encuentras trabajo, te reducen las prestaciones económicas, te dejan sin subsidio y además, alguna hija mal nacida metida a política, te espeta “que se jodan”; si eres joven y tienes que irte del país por falta de expectativas de todo tipo, te dicen que es bueno ser aventurero y que es el momento para conocer el mundo como hicieron nuestros antepasados en los años 60 del pasado siglo o como cuando se conquistó América.
En fin para que seguir. No merece la pena, pero además siempre hay quien dirá que todo esto es demagogia y ganas de incordiar. Que España va bien o que con estas mimbres, en el pasado, construimos un gran imperio.
De casi todos es conocido que la actual crisis, además de mundial, tiene su origen en el sistema bancario y su detonante se produjo en Norteamérica afectando a numerosos países, sobre todo en el Viejo Continente. Los casos más conocidos, por el machaque de los medios, son Grecia y Portugal, pero otros fueron por delante, Islandia e Irlanda, siguiéndolos España e Italia y, ahora, parece que se resienten Francia y el menos pudiente de los ricos europeos, Holanda. Esto si no metemos a determinados países “hermanos” allende los mares.
En nuestro caso, además del efecto bancario que actúa como las fichas de dominó, resultó que nos encontró con los “pantalones bajados”. Es decir, con una economía en la que buena parte de la industria –en casi todos los sectores- había sufrido la deslocalización a países más baratos en salarios (este de Europa, Asia y África). Nuestro crecimiento estaba sustentado en la construcción de viviendas e infraestructuras (en muchos casos innecesarias), el consumo interno desmesurado que tenía como apoyo o estímulo la abundancia de dinero a muy bajo precio y sin garantías de futuro. Tenemos otra pata, que de momento funciona, que es el turismo, pero basado en la masificación y baja calidad, con un problema de obsolescencia en numerosas instalaciones y ocupación de la línea de costa con urbanizaciones que destruyen playas, dunas, humedales y paisajes, llenando todo el espacio de cemento y ladrillos.
Por desgracia, somos un pueblo en el que abundan los pícaros (¡cuánta literatura existe sobre el particular!). De siempre, el hombre siempre ha hecho lo imposible por vivir de los demás, siendo nutrida la tropa de “listos”, pillos, truhanes, timadores, prevaricadores, desfalcadores, defraudadores, depredadores, embaucadores, usurpadores, ladrones, saqueadores, trapaceros, impostores, farsantes, tramposos, fulleros, inmorales, indecentes, charlatanes, corruptos, bufones, cuentistas, carteristas, trileros, falsos, tramposos, gorrones, granujas, parásitos, sablistas, rufianes, tunantes, bribones, infames, bellacos, marrulleros, cacos, rateros, cínicos, desvergonzados, facinerosos, farfulleros, farsantes, granujas, mangantes, vivales, etc. El cohecho y prevaricación se han instalado en los aledaños del poder, donde las dádivas y regalos, las comisiones o “donaciones” juegan un papel fundamental a la hora de conseguir contratos de obras, suministros y servicios de las distintas administraciones; dineros que hábilmente se detraen del común para engrasar, no solo a los partidos políticos y otras organizaciones, sino para engrosar el patrimonio de quienes siendo tesoreros o administraciones canalizan ese flujo a sus bolsillos y cuentas en paraísos fiscales. Deshonestos y sin vergüenzas, por todas las esquinas, que da la impresión que medio país estuviera engañando al otro medio.
A lo anterior, sin duda hemos de unir la actitud de una ciudadanía desmovilizada que todas sus esperanzas, elección tras elección, sean de ámbito local, estatal, autonómico, europeo o de cualquier asociación del tipo que sea, las pone o deposita en gente sin escrúpulos, imputados en multitud de hechos de dudosa legalidad, cuando no condenados en los tribunales por hechos delictivos y después graciosamente indultados desde el Consejo de Ministros, para que sigan saqueando las arcas públicas; ejerciendo el nepotismo llenado de familiares y allegados de todo tipo las secretarias, asesorías y “hombres de confianza” los ayuntamiento, diputaciones, comunidades autónomas y administración central.
Generalmente, nos conformamos con meter una papeleta cada cierto tiempo en una urna delegando en otros la responsabilidad que a nosotros personalmente nos corresponde, despreocupándonos acto seguido del seguimiento y control de los elegidos. Lo anterior, se pone de manifiesto en quienes asumen los diferentes poderes del Estado, que estando inmersos en un sinfín de escándalos y trapacerías, año tras año y elección tras elección, gozan del favor de un electorado, como poco, atolondrado.
Los bancos y banqueros, al igual que los políticos, se han ganado el desprestigio ellos solos, a costa de saquear a los ciudadanos, de arruinar a las cajas de ahorro, dejar sin vivienda a multitud de personas que se endeudaron al calor de la abundancia; les vendieron preferentes o participaciones en sus chiringuitos con garantía de lo invertido a varios siglos vista; se construyeron infraestructuras que no llevan a parte alguna o nadie utiliza; los servicios esenciales a la comunidad son deliberadamente erosionados, después se dice que funcionan mejor siendo privatizados y finalmente se entregan a los amiguetes; los órganos judiciales se politizan y se ponen al servicio de los poderosos; se castiga a los jueces que investigan, encausan y encierran a los presuntos, por el contrario, éstos quedan en libertad y se los coloca en los consejos de dirección de determinadas empresas; la policía se utiliza en favor de unos y en contra del otro; los delincuentes de guante blanco están exentos de la cárcel y, algunos políticos subidos en la poltrona del poder, rehúyen las comparecencias en el Parlamento como quien escapa de la peste.
Este es un país lleno de contradicciones, en el que, por ejemplo, las ganancias se privatizan y las pérdidas se socializan; tenemos un estado, supuestamente aconfesional, pero una de las religiones impone su filosofía al conjunto del país; tenemos una policía rural, la Guardia Civil, que es militar; disponemos de unos federatarios públicos, los notarios y registradores de la propiedad, que son privados y como tales dirigen sus negocios; se elaboran códigos éticos para el buen gobierno de las instituciones y quienes se encargan de elaborarlos practican la corrupción y, a la vez que hacen la ley para el cumplimiento de los demás, se sustraen a su aplicación; se nos alarga la edad de jubilación a todos y los años de cotización para llegar a tener derecho, pero se facilita la destrucción de empleo, los contratos en precario y la protección social, a la vez se siguen concediendo pensiones vitalicias a quienes, por haber sido elegidos, se han situado durante unos pocos años en la política, han arruinado las cajas o, simplemente, por ser directivos de esas grandes empresas del Ibex donde, en el Orden de Día de las Juntas Generales, nunca se olvidan de incluir un punto referido a sus emolumentos; se nos riñe y culpabiliza de la actual situación a la infantería, a la que se le aumentan los impuestos y tasas, se les penaliza con la compra de medicamentos y material sanitario, se le recorta el salario y se le exige producir más trabajando más horas y cobrando menos, se les expropia ahorros y derechos, y quienes hacen todo esto se lo llevan crudo; tenemos una enseñanza supuestamente gratuita, pero en la que cualquiera que sea padre sabe que no es del todo cierto, los libros y otro material escolar, se paga y a muy buen precio para el tiempo de vida útil, amén de las subidas de tasas para estudios fuera de la enseñanza obligatoria; la atención a los dependientes y mayores recae sobre sus familiares ya que el Estado es incapaz de garantizar, no solo la atención que precisan, sino las ayudas económicas necesarias para cubrir las diferencias entre las magras pensiones y el importe que conlleva su atención; se devalúan los salarios y las estadísticas dicen que suben los costes laborales por esta causa; se nos promete en las campañas electorales y llegados a la poltrona se hace todo lo contrario, pero se nos dice y, hasta hay convencidos que se lo creen, que todo lo hacen por nuestro bien; si tienes que reclamar algo contra la administración en los juzgados, te suben las tasas para que desistas y te allanes, de paso tratan de conseguir que los españoles hagamos dejación de nuestros derechos; si te manifiestas y protestas en la calle, se elabora una nueva ley que intimide a los posibles descontentos; si te despiden y no encuentras trabajo, te reducen las prestaciones económicas, te dejan sin subsidio y además, alguna hija mal nacida metida a política, te espeta “que se jodan”; si eres joven y tienes que irte del país por falta de expectativas de todo tipo, te dicen que es bueno ser aventurero y que es el momento para conocer el mundo como hicieron nuestros antepasados en los años 60 del pasado siglo o como cuando se conquistó América.
En fin para que seguir. No merece la pena, pero además siempre hay quien dirá que todo esto es demagogia y ganas de incordiar. Que España va bien o que con estas mimbres, en el pasado, construimos un gran imperio.