El Norte de Castilla.
5 de octubre de 2005
Sin jóvenes para asegurar el futuro
Aldealcorvo pide medidas que ayuden a reducir la peligrosidad de la travesía que divide en dos el pueblo
Texto y fotografías de Isabel Jimeno.
El calor estival comienza a apagarse y con él las casas de Aldealcorvo se van cerrando. Del lleno del verano se pasa a la soledad del invierno, cuando apenas dieciséis personas se quedan dando vida a uno de los municipios más pequeños de la provincia. «Todos los que vivimos de forma habitual somos jubilados, de 65 años para arriba, a más de ochenta», advierte el alcalde, Damián Martín Francisco, que ve en la época estival el pulmón para que Aldealcorvo siga respirando, ante el incierto porvenir del día a día de localidad en unos años. «En verano cada vez viene más gente. Este año se han hecho seis casas», puntualiza.
Aunque son pocos, la vida no se paraliza durante los meses más fríos. Sobre las once de la mañana, la llegada del panadero hace salir de sus casas a los vecinos, pendientes de la consulta médica, y que cada tarde tienen una cita en el teleclub ‘El Piconzo’ para echar una partida a las cartas y «a mediodía venimos a tomarnos un chato», apunta el regidor, que ve en la amistad entre los vecinos uno de los mayores tesoros. «Hay mucha unión, pero somos muy pocos», lamenta Damián Martín.
Donde la actividad no cesa es en la carretera que parte en dos el pueblo. El ir y venir de vehículos es constante y el peligro manifiesto con solo echar un vistazo. En Aldealcorvo saben el peligro que entraña la travesía y el alcalde hace especial hincapié en su preocupación por arbitrar una solución que ayude a disminuir el riesgo de cruzar la carretera. «Queremos que pongan unas bandas que frenen un poco, porque tenemos unas pero ya están comidas porque pasan muchos camiones», apunta el regidor. «Los coches y los camiones pasan muy rápido porque es una recta que está cuesta abajo», matiza.
A un lado de la carretera, la iglesia de San Martín de Tours, el pilón y el teleclub, una instalación que realiza una importante labor social en Aldealcorvo, pues allí se reúnen sus vecinos diariamente para romper la monotonía de los solitarios inviernos.
Por el río
Y al otro lado de la travesía, en dirección hacia Sepúlveda, uno de los parajes más bonitos del pueblo. El ‘Piconzo’, una roca que da nombre al bar preside el cauce del río San Juan, este año demasiado seco. El cauce se abrió camino por la roca y sus taludes sirven de cobijo a las aves y los buitres han encontrado aquí un buen lugar, similar a las cercanas Hoces del Río Duratón, para asentarse. Un paraje, entre una rica fauna y vegetación, que también tiene un especial encanto para el visitante. Y por el pueblo también cruza el cordel de Riaza a Turégano, el que hace años ganaderos y animales utilizaban para acudir a la feria tureganense, pero que hoy ha caído en desuso y su trazado apenas se atisba.
Los usos y costumbres han cambiado, igual que Aldealcorvo, cuya vida la emigración poco a poco se ha llevado y ahora, con una población demasiado envejecida, mira con preocupación a un incierto futuro que se ve demasiado negro.
5 de octubre de 2005
Sin jóvenes para asegurar el futuro
Aldealcorvo pide medidas que ayuden a reducir la peligrosidad de la travesía que divide en dos el pueblo
Texto y fotografías de Isabel Jimeno.
El calor estival comienza a apagarse y con él las casas de Aldealcorvo se van cerrando. Del lleno del verano se pasa a la soledad del invierno, cuando apenas dieciséis personas se quedan dando vida a uno de los municipios más pequeños de la provincia. «Todos los que vivimos de forma habitual somos jubilados, de 65 años para arriba, a más de ochenta», advierte el alcalde, Damián Martín Francisco, que ve en la época estival el pulmón para que Aldealcorvo siga respirando, ante el incierto porvenir del día a día de localidad en unos años. «En verano cada vez viene más gente. Este año se han hecho seis casas», puntualiza.
Aunque son pocos, la vida no se paraliza durante los meses más fríos. Sobre las once de la mañana, la llegada del panadero hace salir de sus casas a los vecinos, pendientes de la consulta médica, y que cada tarde tienen una cita en el teleclub ‘El Piconzo’ para echar una partida a las cartas y «a mediodía venimos a tomarnos un chato», apunta el regidor, que ve en la amistad entre los vecinos uno de los mayores tesoros. «Hay mucha unión, pero somos muy pocos», lamenta Damián Martín.
Donde la actividad no cesa es en la carretera que parte en dos el pueblo. El ir y venir de vehículos es constante y el peligro manifiesto con solo echar un vistazo. En Aldealcorvo saben el peligro que entraña la travesía y el alcalde hace especial hincapié en su preocupación por arbitrar una solución que ayude a disminuir el riesgo de cruzar la carretera. «Queremos que pongan unas bandas que frenen un poco, porque tenemos unas pero ya están comidas porque pasan muchos camiones», apunta el regidor. «Los coches y los camiones pasan muy rápido porque es una recta que está cuesta abajo», matiza.
A un lado de la carretera, la iglesia de San Martín de Tours, el pilón y el teleclub, una instalación que realiza una importante labor social en Aldealcorvo, pues allí se reúnen sus vecinos diariamente para romper la monotonía de los solitarios inviernos.
Por el río
Y al otro lado de la travesía, en dirección hacia Sepúlveda, uno de los parajes más bonitos del pueblo. El ‘Piconzo’, una roca que da nombre al bar preside el cauce del río San Juan, este año demasiado seco. El cauce se abrió camino por la roca y sus taludes sirven de cobijo a las aves y los buitres han encontrado aquí un buen lugar, similar a las cercanas Hoces del Río Duratón, para asentarse. Un paraje, entre una rica fauna y vegetación, que también tiene un especial encanto para el visitante. Y por el pueblo también cruza el cordel de Riaza a Turégano, el que hace años ganaderos y animales utilizaban para acudir a la feria tureganense, pero que hoy ha caído en desuso y su trazado apenas se atisba.
Los usos y costumbres han cambiado, igual que Aldealcorvo, cuya vida la emigración poco a poco se ha llevado y ahora, con una población demasiado envejecida, mira con preocupación a un incierto futuro que se ve demasiado negro.