Ayllón es una típica Villa medieval de la Vieja Castilla, históricamente original y originante, con gentes nobles y austeras curtidas en las vegas y arideces del suelo donde moran. Está constituida en cabeza de la Comunidad y su núcleo urbano fue declarado Conjunto Monumental Histórico-Artístico de carácter nacional, por Decreto 1201 del 19.V.1973. En ella se acogieron agrupaciones prehistóricas y etnias ibéricas aprovechando las condiciones defensivas y los buenos pastos de los alrededores. Entre la dehesa y el cerro, donde han aparecido vestigios de un primitivo asentamiento ibérico, la población ha disfrutado y padecido distintos avatares históricos.
Mirando a la sierra azul de su nombre evoca, cómo la estructura social visigótica acusaba el duro golpe de la invasión musulmana, cómo transcurría la rebelión de los Comuneros de Castilla, cómo triunfaba el poder monárquico de los Reyes Católicos sobre la nobleza y la oligarquía municipal, cómo crecía y decrecía el dominio imperial de Castilla, cómo llegaba la devastadora invasión napoleónica... Sin embargo, Ayllón, pone hoy los ojos con crecido interés en un futuro de progreso, hacia el cual lo impulsa su innato deseo de superación. Y traemos aquí lo que ayer fuera, en razón de que “el pasado lo es, porque forma parte de nuestro presente”.
En el cerro que corona el poblado, lo que actualmente llaman el castillo, desde que en 1327 las tropas del Infante Juan Manuel arrasaran la Villa, muestra sólo los jirones de sus ruinas como un gigante abatido. Son muñones de tapial que va disolviendo la erosión inclemente, mientras reclaman nuestra atención con el más fuerte grito de su silencio. La torre Martina con almenas y espadaña salvadora (gracias a que sobre esta torre albarana se colocó el campanario de lo que fué iglesia de San Martín está en pie), no se cansa de vigilar al caserío rojizo y abigarrado en torno a una plaza casi radiocéntrica. Si damos una vuelta por el núcleo urbano intramuros, fácil nos será adivinar las huellas de moros, judíos y cristianos. Lo cierto es que, con la espada o con la cruz, Ayllón vio pasar por sus calles al Cid Campeador, a reyes como los Alfonsos VI, VII, VIII, XI, por; los Fernandos III y IV; los Juanes y y II; a doña Berenguela, a doña Catalina de Lancaster, a María de Molina y en el siglo pasado a la infanta doña Isabel. Tuvo también ocasión de enfervorizarse con la presencia de santos como Francisco de Asís, Domingo de Guzmán descendiente de los Hazas, Vicente Ferrer, Santa Teresa de Jesús, Santa Beatriz de Silva...
Goza la Villa de vetustos monumentos debido a su gloriosa trayectoria existencial. Aparte del Hospital de “Santi Spiritu” (antiguamente vinculado al Hospital del Rey de Burgos que fundara Alfonso VIII y ahora reconvertido en Residencia para la Tercera Edad), el exconvento de San Francisco y convento de las Concepcionistas, la Casa del Cordón y la iglesia de San Juan, la Villa tuvo hasta la Desamortización de Mendizábal otras seis parroquias, cátedra de latinidad, tres posadas públicas, etc. Precisemos que la cátedra de latinidad la fundó el obispo Vellosillo. Siguiendo su ejemplo, el inmediato sucesor en la sede de Tuy, hizo la misma fundación docente en su pueblo natal, Lois, cerca de Riaño (León) al tiempo que mandaba edificar a sus expensas en tan bello lugar, la iglesia renacentista conocida como “catedral de la Montaña”. Desde luego, el glorioso esplendor de la Villa de Ayllón lo podemos ver reflejado también, en sus casas algunas de ellas con escudos del linaje de los Contreras, Acuña, Bobadilla, Portocarreto, Salazar, Madonado, Aguilar, etc.
En virtud del ordenamiento de Enrique III (Segovia 1400) Ayllón quedó obligada a armar un número determinado de lanceros y de ballesteros dentro de sus murallas, hecho un cuerpo permanente para las necesidades militares de Castilla, al igual que en otras ciudades importantes de la época. El máximo auge le llegó en el siglo XV. A partir de 1411 se instaló en ella Fernando el de Antequera, hijo de Juan y de Castilla y hermano de Enrique III. El infante don Fernando que había asumido la regencia conjunta con la reina viuda, Catalina de Lancaster, logró la suspensión de las hostilidades con Portugal por el tratado de Ayllón (Historia de Castilla y León. Tomo y. O. C.) Asimismo, en esta Villa, Fernando, desarrolló una intensa actividad diplomática para el Compromiso de Caspe en función de la unión de Aragón y Castilla (Penela de Silva, C. Isabel de Castilla Pág.41 Ed. Amigos de la Historia. Madrid 1976 ). Sobre todo consiguió, con sus buenas gestiones, que la minoría del rey transcurriera sin sobresaltos.
Juan II dio luego el Señorío a su valido don álvaro de Luna, que finalmente pasó a poder de Juan Pacheco, marqués de Villena, casado con una nieta del primero, Juana de Luna y Zúñiga. Decaída la autoridad señorial se reforzó el valor del Concejo que pudo comprar y vender las propiedades al monasterio -el de las Huelgas de Burgos tenía vastas posesiones por aquí- o a la iglesia. Salvadas las distancias, volvía así de nuevo a girar la organización jurídica, como en época visigoda, alrededor de dicho Concejo y de las murallas, murallas que ya empezaban a ser más un símbolo de grandeza que escudo defensivo. Hasta el siglo XVIII en que se crearon las provincias, la única división administrativa era la ciudad y la villa. El Corregidor era el representante del rey y estuvo más afianzado con los Austrias que con los Borbones. Pero poco a poco el Concejo fue adquiriendo mayor autonomía.
Hoy la Villa ayllonesa, cuyo municipio incluye ocho pueblo con 1254 habitantes, según el censo de 2003, contempla de frente y con optimismo el porvenir, apoyada en su pujante economía y desarrollo. Porque si es cierto que tiene una historia para recordar y contar, más la tiene por construir. El turismo cada día más incentivado de la Villa y su comarca ofrece muchas posibilidades. Muy bien puede dar a conocer sus singulares pueblos, iglesias, monasterios, palacios, castillos, casas solariegas, paisajes, yacimientos arqueológicos... También la gastronomía de la zona con el cordero lechal asado o en chuletillas, sirve de delicia a comensales, sobre todo si no falta el complemento de un buen vino de la Ribera del Duero donde está ubicada la población. La comarca de Ayllón recupera su conciencia colectiva y avanza con renovado vigor, sin olvidar su historia campesina de labradores, ganaderos, nobles, artesanos, arrieros, mercaderes... Es una rica historia que ayuda a comprender las cosas que yacen en su seno. El meritorio esfuerzo de promoción debe continuar en línea democrática, de justicia distributiva y de generosidad. (Tomado del libro ESTEBANVELA - De la Comunidad de Villa y Tierra de Ayllón - Autor: ángel Santamaría. Madrid 2003. De venta en las librerías de Ayllón).
Mirando a la sierra azul de su nombre evoca, cómo la estructura social visigótica acusaba el duro golpe de la invasión musulmana, cómo transcurría la rebelión de los Comuneros de Castilla, cómo triunfaba el poder monárquico de los Reyes Católicos sobre la nobleza y la oligarquía municipal, cómo crecía y decrecía el dominio imperial de Castilla, cómo llegaba la devastadora invasión napoleónica... Sin embargo, Ayllón, pone hoy los ojos con crecido interés en un futuro de progreso, hacia el cual lo impulsa su innato deseo de superación. Y traemos aquí lo que ayer fuera, en razón de que “el pasado lo es, porque forma parte de nuestro presente”.
En el cerro que corona el poblado, lo que actualmente llaman el castillo, desde que en 1327 las tropas del Infante Juan Manuel arrasaran la Villa, muestra sólo los jirones de sus ruinas como un gigante abatido. Son muñones de tapial que va disolviendo la erosión inclemente, mientras reclaman nuestra atención con el más fuerte grito de su silencio. La torre Martina con almenas y espadaña salvadora (gracias a que sobre esta torre albarana se colocó el campanario de lo que fué iglesia de San Martín está en pie), no se cansa de vigilar al caserío rojizo y abigarrado en torno a una plaza casi radiocéntrica. Si damos una vuelta por el núcleo urbano intramuros, fácil nos será adivinar las huellas de moros, judíos y cristianos. Lo cierto es que, con la espada o con la cruz, Ayllón vio pasar por sus calles al Cid Campeador, a reyes como los Alfonsos VI, VII, VIII, XI, por; los Fernandos III y IV; los Juanes y y II; a doña Berenguela, a doña Catalina de Lancaster, a María de Molina y en el siglo pasado a la infanta doña Isabel. Tuvo también ocasión de enfervorizarse con la presencia de santos como Francisco de Asís, Domingo de Guzmán descendiente de los Hazas, Vicente Ferrer, Santa Teresa de Jesús, Santa Beatriz de Silva...
Goza la Villa de vetustos monumentos debido a su gloriosa trayectoria existencial. Aparte del Hospital de “Santi Spiritu” (antiguamente vinculado al Hospital del Rey de Burgos que fundara Alfonso VIII y ahora reconvertido en Residencia para la Tercera Edad), el exconvento de San Francisco y convento de las Concepcionistas, la Casa del Cordón y la iglesia de San Juan, la Villa tuvo hasta la Desamortización de Mendizábal otras seis parroquias, cátedra de latinidad, tres posadas públicas, etc. Precisemos que la cátedra de latinidad la fundó el obispo Vellosillo. Siguiendo su ejemplo, el inmediato sucesor en la sede de Tuy, hizo la misma fundación docente en su pueblo natal, Lois, cerca de Riaño (León) al tiempo que mandaba edificar a sus expensas en tan bello lugar, la iglesia renacentista conocida como “catedral de la Montaña”. Desde luego, el glorioso esplendor de la Villa de Ayllón lo podemos ver reflejado también, en sus casas algunas de ellas con escudos del linaje de los Contreras, Acuña, Bobadilla, Portocarreto, Salazar, Madonado, Aguilar, etc.
En virtud del ordenamiento de Enrique III (Segovia 1400) Ayllón quedó obligada a armar un número determinado de lanceros y de ballesteros dentro de sus murallas, hecho un cuerpo permanente para las necesidades militares de Castilla, al igual que en otras ciudades importantes de la época. El máximo auge le llegó en el siglo XV. A partir de 1411 se instaló en ella Fernando el de Antequera, hijo de Juan y de Castilla y hermano de Enrique III. El infante don Fernando que había asumido la regencia conjunta con la reina viuda, Catalina de Lancaster, logró la suspensión de las hostilidades con Portugal por el tratado de Ayllón (Historia de Castilla y León. Tomo y. O. C.) Asimismo, en esta Villa, Fernando, desarrolló una intensa actividad diplomática para el Compromiso de Caspe en función de la unión de Aragón y Castilla (Penela de Silva, C. Isabel de Castilla Pág.41 Ed. Amigos de la Historia. Madrid 1976 ). Sobre todo consiguió, con sus buenas gestiones, que la minoría del rey transcurriera sin sobresaltos.
Juan II dio luego el Señorío a su valido don álvaro de Luna, que finalmente pasó a poder de Juan Pacheco, marqués de Villena, casado con una nieta del primero, Juana de Luna y Zúñiga. Decaída la autoridad señorial se reforzó el valor del Concejo que pudo comprar y vender las propiedades al monasterio -el de las Huelgas de Burgos tenía vastas posesiones por aquí- o a la iglesia. Salvadas las distancias, volvía así de nuevo a girar la organización jurídica, como en época visigoda, alrededor de dicho Concejo y de las murallas, murallas que ya empezaban a ser más un símbolo de grandeza que escudo defensivo. Hasta el siglo XVIII en que se crearon las provincias, la única división administrativa era la ciudad y la villa. El Corregidor era el representante del rey y estuvo más afianzado con los Austrias que con los Borbones. Pero poco a poco el Concejo fue adquiriendo mayor autonomía.
Hoy la Villa ayllonesa, cuyo municipio incluye ocho pueblo con 1254 habitantes, según el censo de 2003, contempla de frente y con optimismo el porvenir, apoyada en su pujante economía y desarrollo. Porque si es cierto que tiene una historia para recordar y contar, más la tiene por construir. El turismo cada día más incentivado de la Villa y su comarca ofrece muchas posibilidades. Muy bien puede dar a conocer sus singulares pueblos, iglesias, monasterios, palacios, castillos, casas solariegas, paisajes, yacimientos arqueológicos... También la gastronomía de la zona con el cordero lechal asado o en chuletillas, sirve de delicia a comensales, sobre todo si no falta el complemento de un buen vino de la Ribera del Duero donde está ubicada la población. La comarca de Ayllón recupera su conciencia colectiva y avanza con renovado vigor, sin olvidar su historia campesina de labradores, ganaderos, nobles, artesanos, arrieros, mercaderes... Es una rica historia que ayuda a comprender las cosas que yacen en su seno. El meritorio esfuerzo de promoción debe continuar en línea democrática, de justicia distributiva y de generosidad. (Tomado del libro ESTEBANVELA - De la Comunidad de Villa y Tierra de Ayllón - Autor: ángel Santamaría. Madrid 2003. De venta en las librerías de Ayllón).