BALISA: LA HUERTA DE MI NIÑEZ...

LA HUERTA DE MI NIÑEZ

A un lado las campanas, al otro el río, la huerta
en el centro, con pozo y noria instalada,
movida por asno mareado de dar vueltas,
que de sus cangilones vertía abundante agua.
Bajo las rodilla, atados los pantalones,
con abarcas y azada, riega el hortelano.
Con mirada llena de verdes ilusiones
ve al germen de la vida pender de sus manos.
Madruga y sorprende trabajando la noche,
siempre a la intemperie, preñado de sudor.
De agua y atención las plantas exigen derroche,
espera y que el tiempo cumplimente ese pudor.
Siempre aspiró a ser agua clara de la acequia
rebosada que en paz fluía y refrescaba la huerta.
Extintos fulgor y vanidad, su entelequia,
contrarrestó iracundos vientos y tormentas.
Supo ver lo sabia que es la naturaleza
y se agarró a ella sin querer desasirse,
vio lo hermoso de un nacimiento y su grandeza:
una planta, un hijo... y a ello quiso fundirse.
¡Y que el tiempo responda a través de las plantas,
y que las campanas suenen un día a libertad,
y la fe convierta a la noche en sombra santa,
y que una estrella vista de luz la oscuridad!.
Junto a la huerta, por la carretera de tierra,
una nube de polvo se extendía a lo lejos
levantada por los vientos de una nueva era
en la que el coche en serie sustituiría al viejo
Allí era, mientras la modernidad pasaba,
primavera con un cielo grande y azul bajo
los enormes ojos de Dios que fijos miraban
el tomate, la albahaca, la cebolla, el ajo...
y como el otoño sin avisar apenas,
se marchó el verde atrapado por la prisa
porque cada estación de colorido llena
nos dice por las plantas cuál de ellas se irisa
¡Ábrete ya a la brisa de la modernidad!.
¿No escuchas ahí tan cerca el tañer de las campañas?.
¡Ábrete al preludio de esperanza y libertad
que la huerta ahí queda y en ella dejas las nanas!.
¡Salta las tapias, corre, cierra los portones,
vete por caminos que nunca recorriste,
roba el fulgor que te negaron los nubarrones
y adáptate al tiempo y diga él por qué te fuiste.!.