Marcelino ¿La casa que naciste?
Hoy Casa de lña Cultura
Tambien decias en otro mensaje que en Coca (antes Cauca) nacio el emperador romano Teodosio "EL Garnde", lo que he constatado en la web que me culturiza o mas bien me ayuda a recordar cosas estudiadas y en gran parte olvidadas
En 1985 la ciudad vieja de Segovia y su acueducto fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco
Vuestros pueblos y ciudades están llenos de Historia
Un saludo
Hoy Casa de lña Cultura
Tambien decias en otro mensaje que en Coca (antes Cauca) nacio el emperador romano Teodosio "EL Garnde", lo que he constatado en la web que me culturiza o mas bien me ayuda a recordar cosas estudiadas y en gran parte olvidadas
En 1985 la ciudad vieja de Segovia y su acueducto fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco
Vuestros pueblos y ciudades están llenos de Historia
Un saludo
GUIOMAR..... LA MUSA DE MACHADO
En Sí, soy Guiomar, Valderrama evoca su primer encuentro con Machado. Refiere que unos meses antes su marido le había confesado, demudado, que acababa de suicidarse -se había tirado de una ventana de la calle de Alcalá- una joven con la cual, a espaldas suyas, mantenía relaciones desde hacía dos años. Valderrama no aduce la fecha del lúgubre suceso, pero fue el 17 de marzo de 1928. La desafortunada muchacha, según los periódicos, se llamaba Felisa Ernestina Castro Pérez, tenía 25 años y estaba domiciliada en la calle de Corredera Baja de San Pedro (donde unos años atrás habían vivido los Machado). Pilar conocía de sobra el cáracter donjuanesco de su marido, pero esto era diferente. Se trataba de un "hecho trágico que me impresionó dolorosamente, marcando un cambio en mi vida íntima, alterando su rumbo como si se partiera en dos etapas: el antes y el después". ¿Qué hacer? Su primer impulso fue huir de casa, alejarse de una persona que ya le era insoportable. Por fin dijo a su madre, ignorante de lo ocurrido, que estaba mal de los nervios y se marchó a Segovia -con la tarjeta de presentación para Machado- "en busca de sosiego". Y, sin duda, para meditar sobre lo que iba a hacer.
Allí, según sigue relatando Valderrama, llovía y hacía un frío intenso. A los pocos días, por lo visto sin tratar de ver al poeta, volvió a Madrid, donde se encontró con que su marido se había ido a Francia. Pero no tardó mucho en regresar y, a finales de mayo, Pilar huyó otra vez a Segovia. Ahora hacía mejor tiempo. Después de algunos días mandó a Machado, a través de un botones, su tarjeta, y aquella misma noche -fue el 2 de junio- el poeta se presentó en el hotel Comercio. Y sigue la musa:
"No puedo expresar la emoción que tuve al encontrarme con él y estrechar su mano. Era el poeta tan admirado el que estaba ante mí, con su desaliño, sí, pero con un rostro bondadosísimo, una frente ancha y luminosa, una cabeza, en fin, admirable sobre un cuerpo alto, desgarbado y poco atractivo. Al verme, no supe qué pasó por él, pero advertí que se quedó como embelesado, pues no cesaba de mirarme y apenas habló para decirme cuánto sentía estar tan ocupado con los exámenes, que no podía acompañarme ni atenderme como sería su deseo. Añadió que dos días después terminaba su actuación en el tribunal y tenía que irse ineludiblemente a Madrid, lo que lamentaba, pues le agradaría verme y serme útil".
Valderrama le invita a cenar con ella en el hotel a la noche siguiente. El poeta acepta gustoso. Apenas come. Apenas habla. No hace más que mirarla. "Después de la cena", sigue contando la escritora, "como hacía una magnífica noche de fines de junio, estrellada y tibia, no recuerdo si él o yo, propusimos un paseo hasta el Alcázar". Durante el mismo explica al poeta que está atravesando por momentos amargos, sin contarle "exactamente los motivos".
CONTINUARA
UN SALUDO
En Sí, soy Guiomar, Valderrama evoca su primer encuentro con Machado. Refiere que unos meses antes su marido le había confesado, demudado, que acababa de suicidarse -se había tirado de una ventana de la calle de Alcalá- una joven con la cual, a espaldas suyas, mantenía relaciones desde hacía dos años. Valderrama no aduce la fecha del lúgubre suceso, pero fue el 17 de marzo de 1928. La desafortunada muchacha, según los periódicos, se llamaba Felisa Ernestina Castro Pérez, tenía 25 años y estaba domiciliada en la calle de Corredera Baja de San Pedro (donde unos años atrás habían vivido los Machado). Pilar conocía de sobra el cáracter donjuanesco de su marido, pero esto era diferente. Se trataba de un "hecho trágico que me impresionó dolorosamente, marcando un cambio en mi vida íntima, alterando su rumbo como si se partiera en dos etapas: el antes y el después". ¿Qué hacer? Su primer impulso fue huir de casa, alejarse de una persona que ya le era insoportable. Por fin dijo a su madre, ignorante de lo ocurrido, que estaba mal de los nervios y se marchó a Segovia -con la tarjeta de presentación para Machado- "en busca de sosiego". Y, sin duda, para meditar sobre lo que iba a hacer.
Allí, según sigue relatando Valderrama, llovía y hacía un frío intenso. A los pocos días, por lo visto sin tratar de ver al poeta, volvió a Madrid, donde se encontró con que su marido se había ido a Francia. Pero no tardó mucho en regresar y, a finales de mayo, Pilar huyó otra vez a Segovia. Ahora hacía mejor tiempo. Después de algunos días mandó a Machado, a través de un botones, su tarjeta, y aquella misma noche -fue el 2 de junio- el poeta se presentó en el hotel Comercio. Y sigue la musa:
"No puedo expresar la emoción que tuve al encontrarme con él y estrechar su mano. Era el poeta tan admirado el que estaba ante mí, con su desaliño, sí, pero con un rostro bondadosísimo, una frente ancha y luminosa, una cabeza, en fin, admirable sobre un cuerpo alto, desgarbado y poco atractivo. Al verme, no supe qué pasó por él, pero advertí que se quedó como embelesado, pues no cesaba de mirarme y apenas habló para decirme cuánto sentía estar tan ocupado con los exámenes, que no podía acompañarme ni atenderme como sería su deseo. Añadió que dos días después terminaba su actuación en el tribunal y tenía que irse ineludiblemente a Madrid, lo que lamentaba, pues le agradaría verme y serme útil".
Valderrama le invita a cenar con ella en el hotel a la noche siguiente. El poeta acepta gustoso. Apenas come. Apenas habla. No hace más que mirarla. "Después de la cena", sigue contando la escritora, "como hacía una magnífica noche de fines de junio, estrellada y tibia, no recuerdo si él o yo, propusimos un paseo hasta el Alcázar". Durante el mismo explica al poeta que está atravesando por momentos amargos, sin contarle "exactamente los motivos".
CONTINUARA
UN SALUDO