La villa de Candelario se escalona en la ladera de la sierra de su mismo nombre, lo que hace inevitable que su entramado callejero sea complicado, con las calles principales en el sentido de la pendiente y las calles y callejas secundarias transversales a las anteriores. Esta falta de horizontalidad confiere a sus rincones un sabor y una estética especial y, en consecuencia, el paseo por el interior de su casco urbano es cansado, pero siempre relajante y placentero.
Esta estética tan especial y el hecho de ser uno de los núcleos mejor conservados de la provincia, le mereció la declaración en 1975 de Conjunto Histórico-Artístico. Sus callejas estrechas y empedradas son recorridas por sus conocidas regaderas (canales de agua cristalina recogida de las nieves de su sierra) con curvas y recovecos que sorprenden al visitante que se adentra en ellas.
Esta estética tan especial y el hecho de ser uno de los núcleos mejor conservados de la provincia, le mereció la declaración en 1975 de Conjunto Histórico-Artístico. Sus callejas estrechas y empedradas son recorridas por sus conocidas regaderas (canales de agua cristalina recogida de las nieves de su sierra) con curvas y recovecos que sorprenden al visitante que se adentra en ellas.