La primera vez que escuché el término ‘España vacía’ me resultó hiriente. ¡Qué desfachatez llamar vacío al solar con más diversidad natural, cultural y antropológica de la Península! No voy a entrar a desmontar semejante falacia, creo que más bien es la hora de contribuir con propuestas concretas, con soluciones viables. El mundo rural necesita miradas positivas y no intereses personalista ni más estigmas.
Tenemos tres herramientas fundamentales para la acción inmediata. La primera y más difícil, revertir los eslóganes acuñados desde el desarrollismo: "Lo rural es cateto, pobre e inculto"; "nada bueno puede salir del campo"; " ¡todos a la ciudad!". Si un nieto le dice hoy a su abuela "quiero irme a vivir al pueblo", ella se llevará las manos a la cabeza. Sin embargo, la opción de habitar en el mundo rural es digna y muy viable, pues propicia vivir en armonía con uno mismo y con la naturaleza. Tal y como están las cosas, ciertamente es difícil, pero al menos la ruralidad aporta tranquilidad, aire puro y calidad de vida.
Tenemos tres herramientas fundamentales para la acción inmediata. La primera y más difícil, revertir los eslóganes acuñados desde el desarrollismo: "Lo rural es cateto, pobre e inculto"; "nada bueno puede salir del campo"; " ¡todos a la ciudad!". Si un nieto le dice hoy a su abuela "quiero irme a vivir al pueblo", ella se llevará las manos a la cabeza. Sin embargo, la opción de habitar en el mundo rural es digna y muy viable, pues propicia vivir en armonía con uno mismo y con la naturaleza. Tal y como están las cosas, ciertamente es difícil, pero al menos la ruralidad aporta tranquilidad, aire puro y calidad de vida.