Excelentes paletas de
colores nos dan las tierras castellanas. Desde el
camino de la
Ermita del Bustar podemos observar como el verdor cercano nos lleva al ocre levantado por el arado. El sol entre las nubes juega con nosotros cambiándonos los tonos en función de su afloramiento entre las nubes. Según nos distanciamos del fondo observamos los verdes de la zona en todos sus matices, desde el claro de los tallos nuevos, hasta los oscuros de los
pinos. En el centro, el montículo donde los restos de la
Iglesia de
San Miguel de Quintanas van desgajandose con el paso del tiempo ante el olvido de quienes deberían cuidar nuestra
historia. Abajo, el verdor de la arboleda nos marca el el discurrir del
río Pirón y el
molino de Quintanas. El amarillo de los cañotes, nos dice donde hubo cereales. Muy al fondo, una hilada de pinos verde oscuro, nos saca del término, dejando intuir el siguiente
pueblo. Las nubes preñadas de
agua, engordan la paleta y, consiguen este maravilloso cromatismo.