Aquí el mirlo da alas un subjetivismo oblicuo que tiembla el misterio. Y para disimular no para de cantar junto al nido. El carácter clandestino de la ventana, a veces del balcón, no impide la ubicua presencia de un “yo” que todo lo invade. Lo curioso es que las emociones organizan y disponen el entramado argumental, desbordando en ocasiones la racionalidad de estas breves composiciones. Pero no os lleves a engaño, la emoción busca y encuentra temas sencillos que eleva a categoría, y paradójicamente los llena de sentido. Así que tras este púdico enmascaramiento, tras el desdoblamiento, tras las figuras de dicción, que todo lo abarga, surgen símbolos locales que sólo los conspicuos nativos dan con ellos, con la clave, el tema, la toma y la trama. ¡Ojo, pues, con el ave que está metida en la espesura donde el río!