Este Gato, sin dueño, llego a primeros de agosto, medio degollado y con las patitas heridas y peladas. Imposible saber quien o que le había producido unas heridas tan horribles.
En los primeros días, apenas si se podía mover, se pasaba el tiempo durmíendo y bebíendo leche, con enorme dificultad. Más tarde, fueron cicatrizando sus heridas, comenzo a
comer, y con ello a corretear por el
jardín y atender a las llamadas que le hacíamos.
Al cabo de un mes, su aspecto era el que se ve en la
fotografía:
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