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MEMBIBRE DE LA HOZ: Historia Informal de Membibre. Cap III...

Historia Informal de Membibre. Cap III

Estaba, entonces, el viejo alfarero que cantaba su canción, allá, a las afueras del pueblo cerca del pequeño manantial y riachuelo, y que acaso ya por esos mismos años pudiera tener la precisa y preciosa máquina de fabricar los barros y vasijas, el Torno de Alfarero. Estaba el viejo alfarero con sus palabras, su gente y sus recuerdos. Y había unas palomas y unos gorriones que revoloteaban en las ramas y copas de los cercanos pinos, y los tejados de su casa y la alfarería, el carro en el establo, los animales, el almacén de vasijas y barros. Y entonces empezaron a pasar cosas, hechos sorprendentes, algunos especialmente curiosos, detalles en el mundo de los detalles, vasijas que se rompían, los árboles y plantas que se secaban, la vaca que enfermaba, el caballo que se moría y acaso la misma rueda del carro que se iba de su eje.
El sol, la luna y todos los astros venían desde el oriente. El peligro, también.
En el año 218 antes del Año Cero, una flota de barcos romanos desembarca en Ampurias (Gerona), un ejército al mando de Escipión con la misión de impedir que el portentoso ejército de Anibal llegue a los dominios de Roma. Pero en el momento del desembarco las tropas cartaginesas ya estaban al otro lado de los Pirineos.
Escipión reúne a sus generales y sin ninguna clase de consulta con la metrópoli decide, no solo no perseguir al ejército de Anibal y sus elefantes, sino al darse cuenta de que los territorios cartagineses se habían quedado desprotegidos, pone en marcha su ejército de legionarios en sentido contrario y decide atacar, sin más, las plazas cartaginesas y el resto del litoral de Hispania. Doce años después destruye y conquista Gadir (Cadiz). El rollo histórico no es de esa manera precisa, pero la impresión que ofrece sí lo es.
La cosa cambia en estos momentos o está a punto de hacerlo. La Península Ibérica dejará de nombrarse Iberia y a partir de ahora se llamará Hispania a secas, un viejo término usado por los Fenicios para referirse al lugar. Tierra donde se ven las estrellas del atardecer, las Hespérides.
Pero de cierto hay que darse cuenta de lo que son las cosas, porque con el ceremonial y los cuidados que desde siempre se habían mirado las cosas de la guerra entre los pueblos que habitaban la península, cómo en el juego del destino, reglas supranacionales y el descaro en la intromisión de pueblos extranjeros -pero ni siquiera vecinos, sino de lejanos y remotos lugares, Cartago en el África Septentrional y Roma, más lejos aún, al otro lado del Mediterráneo-, se van a proponer de repente las novísimas formas del enfrentamiento bélico y la conquista como norma política, forma extrapolada de la humana sociedad.
Con el fin de las Guerras Púnicas entre Cartago y Roma se viene a aclarar el asunto en esta parte del mundo. Desde el principio del siglo II antes del Año Cero, los astutos hombres y militares de Roma -vencedores- se dedican a ocupar y organizar según sus ideas los territorios conquistado en Hispania. Ahora se perdieron para siempre las antiguas formas, incluso la vieja compostura de fenicios y griegos hasta la llegada de los Cartagineses. El peligro, el horror, empieza a manifestarse.
La alarma cunde entre los pueblos hispánicos que siguen siendo los mismos, sin duda, Oretanos, Turdetanos, Lusitanos, Carpetos, Vetones, Arévacos, Vaceos... Por estas fechas no hay un solo lugar en la península en el que no se sepa con pelos y señales el peligro que viene desde oriente. Escuadras, ejércitos muy grandes, de un promedio de 30.000 soldados con sus aparatos y animales y su forma singular de moverse en cada maniobra. A parte del ejército de Anibal mencionado en ningún lugar o momento se había visto esto, nadie lo había presenciado antes.
En el año 193 antes del Año Cero, Catón sofoca una revuelta, un primer entendimiento entre los ejércitos de guerreros de los pueblos del interior, propietarios aún de la mayoría de los territorios.
Siguen unos años muy oscuros, tan oscuros como el barro que usa en ocasiones el alfarero de Membibre. La esperanza y el futuro se ven negros, muy negros, algo sin remisión y la noticia de la "desgracia humana" empieza a correr por los caminos y senderos, de boca en boca, de pueblo en pueblo.
Los pueblos y ciudades de Hispania se arman, aparecen los primeros ejércitos profesionales de guerreros, organizados con urgencia por las importantes ciudades y cierto ambiente de "guerra total" viene a instaurarse en los amplios espacios peninsulares. En el año 155 antes, los Lusitanos invaden y saquean la Turdetania que ahora se llama Provincia Ulterior y los Cántabros atacan la región de los pueblos Vaceos para hacerse con víveres y riqueza, mismas intenciones que los anteriores. En el año 153 antes, los pueblos Arévacos de la meseta con el ejército de Numancia de base y al mando de un caudillo que había huido con sus guerreros desde Segeda en Aragón, tras el acoso de los romanos, se enfrentan a un numeroso ejército de legionarios y dicen las crónicas que ganaron esa batalla y los romanos tienen que retirarse hacia el sur.
Los Lusitanos que seguían en guerra contra las legiones que defendían la Provincia Ulterior firman la paz con los generales romanos a la llegada de nuevos contingentes desde el norte. Pero una vil acción del cónsul Galba trae como resultado la reacción de los Lusitanos que al mando del legendario caudillo Viriato, infligen nuevas derrotas al águila winston de los romanos.
Hacia el año 144 antes de nuestra era, hay unos acuerdos entre los ejércitos de la meseta y los Lusitanos de Viriato y aparecen así unos ciertos frentes de guerra que tendrían su límite en los destacamentos romanos que defendían las dos provincias del este y sur, provincias Ulterior y Citerior que ya llevaban casi 50 años bajo la norma romana, sus reglas, sus impuestos, sus dioses y su comercio.