Historia Informal de Membibre CAP. III (Cont.)
También es necesario señalar un hecho importante, importantísimo, muy significativo, algo que podría enunciarse de la siguiente manera: la diferencia brutal entre aquellos que les fue bien en el mismo hecho de la conquista: Clunia, Tarraco, Emérita Augusta, Cesaraugusta, etc. y otros muchos, y aquellos que les fue mal: Segisama, Numancia, Tiermes, Aracilum y otros. De ello se pueden sacar una serie de conclusiones.
En primer lugar es que la cultura, la civilización romana, no sucedió por igual en los diferentes lugares de la Península y que habrían sido los lugares más avanzados del sur quienes mejor habrían sabido aprovecharse de lo mismo. Acaso en los lugares del norte la cosa no resultó tan brillante como la Historia ha querido darnos a entender, y el progreso fuera conseguido en base a una ciertas distancias y respetos y el desarrollo de las formas ya preexistentes. Un segundo aspecto vendría propuesto por el simple hecho de que son las grandes ciudades y pueblos en los que aparece la cultura romana los lugares a partir de los cuales se desarrolla esa civilización, o sea, no se habría tratado de un fenómeno mundial y una tercera cuestión, acaso por estos lugares de Membibre la más importante, son las ideas del sustrato popular en aquellos viejos tiempos, pues todo el mundo seguía recordando los horrores y calamidades pasadas, algo que se transmitiría de generación en generación y todos esperaban que algo sucediera algún día, que más tarde o más temprano alguien ajustara las cuentas a esos soldados legionarios y sus ejércitos. Ese sustrato popular, esa forma genuina de ver las cosas consiguió cosas sorprendentes, como el inexplicable abandono de Clunia, una de las ciudades más importantes de Roma en Hispania. La gente se marchó de allí hacia las ciudades y pueblos vecinos, abandonó el esplendor genuino de aquella civilización, ¿por qué?
La ciudad de Clunia es la segunda ciudad más importante en la Historia que se encuentra cerca de Membibre después de Pintia. El núcleo de la ciudad se encuentra a unos 90 kilómetros hacia el noreste, pasando Aranda de Duero. Se pueden observar sus ruinas, cerca de un pueblo que se llama Coruña del Conde, en la provincia de Burgos.
El nombre de Clunia es de origen Arévaco y en su momento de esplendor llegó a contar con unos 30.000 habitantes. En su recinto pasaron cosas sorprendentísimas. Hacia el año 72 antes de la Era Cristiana, Quinto Sertorio resistió durante 20 años a Pompeyo que al final devaló sus murallas y destruyó toda la ciudad antigua. Pero años más tarde el núcleo se fundó de nuevo y en la época del emperador Tiberio -el siguiente a Augusto César- llegó a ser capital de un Convento Jurídico, o sea, un lugar donde se iban a arreglar los asuntos judiciales y desde donde se hacían respetar las leyes. En Clunia el cónsul Sulpicio Galba se hizo coronar emperador por sus legiones y en esos años llegó a ser la capital de todo el imperio por los asuntos que allí se cocían. Su esplendor continúa hasta buena parte del Siglo III después de nuestra era, que es cuando se produce una despoblación paulatina del núcleo urbano y de la misma forma de lo que ya sucediera en otros lugares donde la civilización romana había estado presente. La vida en la ciudad de Clunia continúo con escasos habitantes, ¡hasta el siglo X!
Fueron cosas ciertas de aquel tiempo, maneras curiosas de ver el asunto.
Cuando hubiera pasado entonces, la era de esplendor del Año Cero, la "paz de Augusto", los primeros siglos de presencia romana, los brutales enfrentamientos entre sus jefes y ejércitos que tuvieran como escenario los lugares de Hispania, las profundas crisis de poder en las provincias, ausencia de hombres e instituciones, una extraña mezcla de primacía e importancia de los negocios y demostración guerrera, cuando los rancios habitantes del lugar, en definitiva, se dan cuenta de que aquel sistema -el del Imperio Romano- no era invulnerable, sino que tenía serias fisuras tanto políticas como sociales y militares, sería entonces, cuando de alguna manera esas habitantes decidieran organizar su propia manera de sociedad, es lo que se ha dado en llamar "la sociedad hispanorromana".
Quizás por estos lugares del norte no tanto, pero hacia el este, levante y sur de la Península y según una cierta forma de hacer las cosas de los señores romanos -prebostes del ejército y otros, que se fueron repartiendo territorio y ciudades a medida que los fueron conquistando- aparecieron por doquier una clase de grandes señores en el propio sustrato autóctono que, con el paso de los años, habían conseguido mucha riqueza e influencia en los núcleos urbanos y rurales, tierras, siervos y criados con lo que alimentaban su casa. Muchos de esos señores, además, debían pertenecer a los viejos clanes familiares que desde siempre, desde las antiguas tribus, habrían mandado en la sociedad. A su vez hay que hablar también de las poderosas y numerosas familias romanas diseminadas por por el territorio que, a falta de nuevos aportes de gentes italianas, habrían terminado por mezclarse con la incipiente "burguesía" autóctona. Todo ello junto al espectacular desarrollo de las formas romanas, cultura, modas, forma de cocinar los alimentos, industrias y construcciones, habrían originado esa clase de sociedad de la que se habla.
Justo en este mismo contexto suceden una serie de hechos con protagonismo en el pueblo llano. Uno de los más significativos fueron las revueltas de campesinos. En efecto, el entendimiento entre campesinos, pequeños propietarios, habría provocado sucesivas revueltas para mostrar su protesta por el trato sufrido en las viejas instituciones, el pago abusivo de impuestos y la propiedad de la tierra. Algunos de estos campesinos no dudaron, como método de supervivencia el unirse a las famosas bandas de "bagaudas" que asolaron los territorios del imperio no solo en Italia, sino en las Galias e Hispania, primicia del bandolerismo español en aquellas tempranas épocas.
Este tipo de sociedad posterior al Siglo III después de nuestra era, se encontraba, sin duda, muy dentro de órbita romana, se pagaban los impuestos y se atendía sin más las leyes impuestas por los cónsules de Roma. Al mismo tiempo sucede un lento proceso de culturización de lugares, gentes y ciudades. Esa forma de sociedad romana o "hispanorromana" termina por conquistar muchos de los lugares del norte como lo muestra el descubrimiento de innumerables villas y fincas romanas en los lugares de la meseta norte y el Duero.
Los viejos y rancios dioses de las culturas anteriores en la península, sus mitos y leyendas, su forma particular de enfocar el tema, sistemas idolátricos o "religiones salutíferas" habían dio desapareciendo, pues la llegada y posibilidad de uso de auténticos médicos romanos, terminaron por desbaratar la antigua magia de trato natural de ídolos y exvotos, y en detrimento, sin duda, de los antiguos doctores curanderos, chamanes, y brujos del sustrato autóctono.
Los dioses que ahora correspondían eran los romanos, pero se trataba de algo muy parecido a lo clásico griego y fenicio, era casi la misma cosa. El "divino culto" de los dioses romanos, lejos aún del profanismo o paganismo al que después se vería abocado, sería algo normal entre las gentes romanas, pero algo adyacente para los hispanos y un poco más allá hacia las zonas rurales y paisajes del norte esas historias dejaban de existir.
Los dioses más importantes de la "gran era" de Augusto fueron Marte y Apolo, una especie de cuento de la guerra y el médico, unas divinidades abstrusas y lejanas que no poseían espacio de significación para los propios hispanos. Famoso sería el hecho de sacrificar a los dioses y más famoso hacer la ceremonia del emperador.
También es necesario señalar un hecho importante, importantísimo, muy significativo, algo que podría enunciarse de la siguiente manera: la diferencia brutal entre aquellos que les fue bien en el mismo hecho de la conquista: Clunia, Tarraco, Emérita Augusta, Cesaraugusta, etc. y otros muchos, y aquellos que les fue mal: Segisama, Numancia, Tiermes, Aracilum y otros. De ello se pueden sacar una serie de conclusiones.
En primer lugar es que la cultura, la civilización romana, no sucedió por igual en los diferentes lugares de la Península y que habrían sido los lugares más avanzados del sur quienes mejor habrían sabido aprovecharse de lo mismo. Acaso en los lugares del norte la cosa no resultó tan brillante como la Historia ha querido darnos a entender, y el progreso fuera conseguido en base a una ciertas distancias y respetos y el desarrollo de las formas ya preexistentes. Un segundo aspecto vendría propuesto por el simple hecho de que son las grandes ciudades y pueblos en los que aparece la cultura romana los lugares a partir de los cuales se desarrolla esa civilización, o sea, no se habría tratado de un fenómeno mundial y una tercera cuestión, acaso por estos lugares de Membibre la más importante, son las ideas del sustrato popular en aquellos viejos tiempos, pues todo el mundo seguía recordando los horrores y calamidades pasadas, algo que se transmitiría de generación en generación y todos esperaban que algo sucediera algún día, que más tarde o más temprano alguien ajustara las cuentas a esos soldados legionarios y sus ejércitos. Ese sustrato popular, esa forma genuina de ver las cosas consiguió cosas sorprendentes, como el inexplicable abandono de Clunia, una de las ciudades más importantes de Roma en Hispania. La gente se marchó de allí hacia las ciudades y pueblos vecinos, abandonó el esplendor genuino de aquella civilización, ¿por qué?
La ciudad de Clunia es la segunda ciudad más importante en la Historia que se encuentra cerca de Membibre después de Pintia. El núcleo de la ciudad se encuentra a unos 90 kilómetros hacia el noreste, pasando Aranda de Duero. Se pueden observar sus ruinas, cerca de un pueblo que se llama Coruña del Conde, en la provincia de Burgos.
El nombre de Clunia es de origen Arévaco y en su momento de esplendor llegó a contar con unos 30.000 habitantes. En su recinto pasaron cosas sorprendentísimas. Hacia el año 72 antes de la Era Cristiana, Quinto Sertorio resistió durante 20 años a Pompeyo que al final devaló sus murallas y destruyó toda la ciudad antigua. Pero años más tarde el núcleo se fundó de nuevo y en la época del emperador Tiberio -el siguiente a Augusto César- llegó a ser capital de un Convento Jurídico, o sea, un lugar donde se iban a arreglar los asuntos judiciales y desde donde se hacían respetar las leyes. En Clunia el cónsul Sulpicio Galba se hizo coronar emperador por sus legiones y en esos años llegó a ser la capital de todo el imperio por los asuntos que allí se cocían. Su esplendor continúa hasta buena parte del Siglo III después de nuestra era, que es cuando se produce una despoblación paulatina del núcleo urbano y de la misma forma de lo que ya sucediera en otros lugares donde la civilización romana había estado presente. La vida en la ciudad de Clunia continúo con escasos habitantes, ¡hasta el siglo X!
Fueron cosas ciertas de aquel tiempo, maneras curiosas de ver el asunto.
Cuando hubiera pasado entonces, la era de esplendor del Año Cero, la "paz de Augusto", los primeros siglos de presencia romana, los brutales enfrentamientos entre sus jefes y ejércitos que tuvieran como escenario los lugares de Hispania, las profundas crisis de poder en las provincias, ausencia de hombres e instituciones, una extraña mezcla de primacía e importancia de los negocios y demostración guerrera, cuando los rancios habitantes del lugar, en definitiva, se dan cuenta de que aquel sistema -el del Imperio Romano- no era invulnerable, sino que tenía serias fisuras tanto políticas como sociales y militares, sería entonces, cuando de alguna manera esas habitantes decidieran organizar su propia manera de sociedad, es lo que se ha dado en llamar "la sociedad hispanorromana".
Quizás por estos lugares del norte no tanto, pero hacia el este, levante y sur de la Península y según una cierta forma de hacer las cosas de los señores romanos -prebostes del ejército y otros, que se fueron repartiendo territorio y ciudades a medida que los fueron conquistando- aparecieron por doquier una clase de grandes señores en el propio sustrato autóctono que, con el paso de los años, habían conseguido mucha riqueza e influencia en los núcleos urbanos y rurales, tierras, siervos y criados con lo que alimentaban su casa. Muchos de esos señores, además, debían pertenecer a los viejos clanes familiares que desde siempre, desde las antiguas tribus, habrían mandado en la sociedad. A su vez hay que hablar también de las poderosas y numerosas familias romanas diseminadas por por el territorio que, a falta de nuevos aportes de gentes italianas, habrían terminado por mezclarse con la incipiente "burguesía" autóctona. Todo ello junto al espectacular desarrollo de las formas romanas, cultura, modas, forma de cocinar los alimentos, industrias y construcciones, habrían originado esa clase de sociedad de la que se habla.
Justo en este mismo contexto suceden una serie de hechos con protagonismo en el pueblo llano. Uno de los más significativos fueron las revueltas de campesinos. En efecto, el entendimiento entre campesinos, pequeños propietarios, habría provocado sucesivas revueltas para mostrar su protesta por el trato sufrido en las viejas instituciones, el pago abusivo de impuestos y la propiedad de la tierra. Algunos de estos campesinos no dudaron, como método de supervivencia el unirse a las famosas bandas de "bagaudas" que asolaron los territorios del imperio no solo en Italia, sino en las Galias e Hispania, primicia del bandolerismo español en aquellas tempranas épocas.
Este tipo de sociedad posterior al Siglo III después de nuestra era, se encontraba, sin duda, muy dentro de órbita romana, se pagaban los impuestos y se atendía sin más las leyes impuestas por los cónsules de Roma. Al mismo tiempo sucede un lento proceso de culturización de lugares, gentes y ciudades. Esa forma de sociedad romana o "hispanorromana" termina por conquistar muchos de los lugares del norte como lo muestra el descubrimiento de innumerables villas y fincas romanas en los lugares de la meseta norte y el Duero.
Los viejos y rancios dioses de las culturas anteriores en la península, sus mitos y leyendas, su forma particular de enfocar el tema, sistemas idolátricos o "religiones salutíferas" habían dio desapareciendo, pues la llegada y posibilidad de uso de auténticos médicos romanos, terminaron por desbaratar la antigua magia de trato natural de ídolos y exvotos, y en detrimento, sin duda, de los antiguos doctores curanderos, chamanes, y brujos del sustrato autóctono.
Los dioses que ahora correspondían eran los romanos, pero se trataba de algo muy parecido a lo clásico griego y fenicio, era casi la misma cosa. El "divino culto" de los dioses romanos, lejos aún del profanismo o paganismo al que después se vería abocado, sería algo normal entre las gentes romanas, pero algo adyacente para los hispanos y un poco más allá hacia las zonas rurales y paisajes del norte esas historias dejaban de existir.
Los dioses más importantes de la "gran era" de Augusto fueron Marte y Apolo, una especie de cuento de la guerra y el médico, unas divinidades abstrusas y lejanas que no poseían espacio de significación para los propios hispanos. Famoso sería el hecho de sacrificar a los dioses y más famoso hacer la ceremonia del emperador.