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MEMBIBRE DE LA HOZ: Historia Informal de Membibre. Cap III (Cont.)...

Historia Informal de Membibre. Cap III (Cont.)

Vamos a aprovechar este espacio de mitos y leyendas para transcribir unas rancias noticias de lugares cercanos a Membibre. Hay un pueblo de nombre Cozuelos que está ahí al lado a cuatro kilómetros en donde aún se sigue recordando a Minerva. Todos los años el pueblo y el Consejo celebran lo que se llama "la fiesta de la Minerva". Pero de cierto no puede saberse la relación que a través de los siglos puede tener esa celebración con antiguas celebraciones de la época hispanorromana. La leyenda que se aduce es que los primeros templos cristianos en Roma habrían adaptado costumbres de la vieja religión romana, como el culto a Minerva según los ritos cristianos. Minerva, por otra parte, se trata ni más ni menos de la tercera diosa del panteón romano que rezaba: Júpiter, Juno y Minerva. No puede saberse después de XV o XVII siglos que hace ahí una fiesta dedicada a Minerva. Ésta en Roma era la diosa patrona de los artesanos y el símbolo de la sabiduría y el conocimiento. De cualquier forma "la fiesta de la Minerva" en diferentes versiones existe en diversas localidades del territorio nacional.
Otra leyenda que pude recoger por ahí en este caso corresponde a Fuentidueña, La Villa de Fuentidueña como todo el mundo conoce el pueblo. La leyenda de la Cierva Cuprina, que así me lo contaron, reza que en el pasado había existido en los alrededores del pueblo una cierva del color del cobre que en ocasiones había sido sorprendida en el cementerio de la villa alimentándose de cadáveres. Eran por eso muy famosas las líneas de dientes de su dentadura. Unos aseguran que tenía diecisiete filas de dientes, otros que treinta y siete y así hasta unas ciento dos filas. Esta simple leyenda podría guardar relación con la vieja memoria de los habitantes del lugar sobre la existencia en la villa de aquellas ricas señoras procedentes del Neolítico, señoras que volvemos a ver en Helmántica cuando parlamentaron con Anibal el suministro de su ejército. Esta leyenda de la Cierva Cuprina aún puede tener más miga y se podría relacionar sin más con la Cierva de Cerinia de la griega mitología que tenía la cornamenta de oro y las pezuñas de bronce y que se trata del famoso Tercer Trabajo de Heracles.
En este mismo contexto de mitos y religión es necesario aquí hacer la primera mención al Cristianismo, su aparición en la Península Ibérica. Se trata de algo que también proviene de oriente, del fondo del Mediterráneo. Por curiosidad la religión cristina llegó a Hispania por el sur, en uso del viejo camino norteafricano, al igual que, muchos años después, llegaría desde allí el Islamismo, la religión de Alá.
El origen africano del cristianismo guarda estrecha relación con las primitivas comunidades de cristianos del norte de África y los campamentos de la Legión VII Gemina en Mauritania y para su traslación usa los mismos caminos y maneras de siempre, el tráfico de gentes y soldados y el comercio entre los puertos del sur de la península y el litoral del continente, por esas mismas rutas habían llegado desde los primeros trogloditas, las técnicas y productos del Neolítico y las primeras hechuras de cerámica.
Y ¡hay que ver lo que es el mundo de las leyendas, la palabra entre las gentes, el río de ideas entre los pueblos!, ¡lo que todo ello influye después en la Historia! Ahí están sin más las leyendas de los primeros hechos del cristianismo en estas tierras, el viaje del apóstol Santiago hacia Hispania y la llegada de los siete magníficos varones apostólicos: Torcuato, Tesifonte, Indalecio, Segundo, Eufrasio, Cecilio y Hesiquio.
Los testimonios más antiguos cifrados de la existencia de cristianos en Hispania datan del año 254 después de nuestra era, gentes desde oriente que huían de la persecución del emperador Decio y los primeros mártires por su fe son de finales del siglo III y principios del IV. Aquí hay que hacer un alto para reseñar el Primer Concilio celebrado en Hispania que sucedió en Iliberris (Elvira, Granada), entre los años 305 y 310 después, y en el que se oyeron cosas muy interesantes. Hay que recordar que por esos años todo el ambiente peninsular se encontraba todavía dentro de la órbita de Roma y de su antigua civilización y que las legiones estaban atrincheradas en ciertos lugares estratégicos y en las ciudades para defender sus intereses.
En el Concilio de Iliberris empieza a perfilarse el asunto de los cristinos "cristiani" como ya serían conocidos. En esta reunión de creyentes y obispos se prohíbe a aquellos el asistir a las ceremonias de los dioses romanos y celebrar sacrificios a las divinidades del culto del imperio. Así mismo se les prohíbe hacer uso de la antigua magia sanadora de exvotos e ídolos y de la adivinación, costumbre estas todavía muy arraigadas y practicadas sobre todo en los ambientes del sur donde se habían desarrollado. Magia y adivinación como sustrato popular de cultivo del espíritu y de las ciencias que, sin embargo, llegarían a ser muy comunes en la península hasta edades muy recientes y modernas. Así el sistema de difusión cristiano pretenderá conseguir parcelas en los territorios del espíritu y de la geografía y, por supuesto, de la ciencia y los viejos ritos para conseguir los amplios espacios de su única divinidad, el etéreo pensamiento de Dios.
El cristianismo después, continúa su expansión en la península por las rutas del oeste y hacia el norte, antigua ruta de la plata, hacia Astúrica y Cesaraugusta y es cierto que es en el ambiente de las grandes ciudades donde mayor aceptación consigue, desarrollo y organización.
La crisis de valores y de estructuras romanas del Siglo III adquiere aquí en Hispania dimensiones galopantes y es en torno a estas fechas y principios del siglo IV ¡hay que asombrarse! cuando una multitud de presbíteros y obispos consiguen de manera sorprendente puestos y cargos en los estamentos y organismos de aquella sociedad hispanorromana y llegan a suplantar el puesto de "los comites". Los Comites eran una especie de gobernadores de los grandes pueblos y ciudades, cargos derivados de antiguos puestos militares y que más tarde en la organización visigoda serán inmediatamente inferiores a los Duces o duques.
Lo más importante, de cualquier forma, es esta época de relevo de autoridades romanas por autoridades cristianas -cristiani por romani- es el comportamiento sorprendente de la propia sociedad hispanorromana, sus hombres y mujeres más preclaros, el desinterés y expectación de los mismos por las estructuras de gobierno, como si esperasen algo, algún milagro del cielo que les devolviese su antigua forma de ser y gobernarse.