Cap IV. Tiempos de Liberación. Las invasiones del norte. (Cont)
No puede saberse si en este lugar Membibre hubiera habido gentes visigodas, al contrario como gentes romanas que, residentes u ocasionales, acaso sí que se movieron por estos paisajes. Existe alguna referencia de haberse hallado algún objeto de corte visigodo, aparte de los botones y enganches expuestos con el motivo del fin de la Villa Romana, alguna joya u otra cosa con motivo de las obras del casco del pueblo. Pero en sentido general quedaron pocos indicios en Membibre de esta estrecha banda histórica de autoridad visigoda.
La producción de industrias sigue patrones a los ya existentes y la influencia de trastos de la época romana. Y en cuanto a la fábrica de cerámica en la alfarería del Prado Quintana-Los Comunes, ahora con el cambio de época se seguiría la costumbre de vasijas vidriadas de corte romano hasta su desaparición o transformación en un tipo de cerámica y recipientes de muy parecidas formas a las de hace cincuenta años. Acaso, entonces, esas formas de arcillas rojas con decoración de puntos y dibujos amarillos llega casi hasta nuestros días, es algo muy parecido a los recipientes tan característicos de las casas de nuestros abuelos. Esta clase de hechuras cerámicas consigue una expresión y dureza muy aparentes y serán las más usadas y populares en el mundo de la producción de alfarería. El diseño se hace más seguro y funcional, las bases son más amplias y las paredes verticales. Conjuntamente a estas formas, existe una especialización de producción cerámica que, en dependencia de los lugres, famosas alfarerías y pueblos de alfareros serán las que se sucedan a través de los siglos. Aunque sin duda no se trata de los mismos trastos de barro que existieran hasta hace poco en nuestras casas, o sea, aquellos famosos cántaros y botijos, vajillas de barros rojos vidriados con platos y ensaladeras, barreños y otros recipientes, sino de otra clase más precaria de recipientes, allí se debían de fabricar las ollas para hacer la comida, una especie de jarros del agua con una sola asa a un lado y vajillas muy elementales.
La Edad Gótica o Media, visto desde Membibre, no debió resultar algo muy diferente a los últimos tiempos de la vieja era, La Edad Antigua. El viejo y antiquísimo Clientelismo, esa forma de funcionamiento social que siempre estuviera presente por estos predios, es decir la consulta en oficinas de personas especializadas (abogados y juristas, personas cercanas a las esferas de poder, incluso médicos y arquitectos), adquiere nuevas dimensiones. Cada pueblo o lugar en muchos casos han de decidir su suerte, una u otra forma de relación con el poder. En muchos casos prefieren seguir su propia norma, pero en otros se adhieren a circunscripciones políticas regidas por un señor. Por aquí y por allá se ponen en marcha guerras interminables ente vecinos por el dominio de gentes y territorios y todas las ciudades y los grandes pueblos tienen sus murallas reglamentarias, fosos, puentes levadizos, puertas con poleas, etc. Los condes se dan de tortas con los duques y ambos con el resto de los señores. Después de la discusión bélica hay uno que por habilidad diplomática o guerrera se hace el más fuerte y se coronan reyes de un lugar, una región o un país.
Es en este ambiente cuando empieza a gestarse la leyenda de la Edad Gótica. Castillos encantados, bellas princesas libres o prisioneras de algún dragón. Caballeros andantes, grupos de cruzados camino de oriente y en cada lugar o país con su receta particular. En éste de la Península Ibérica tenemos la suerte de verlo en dos o tres mitades. El sinnúmero de leyendas y poética árabe, sus formas exóticas y la única fe que movía sus espíritus. Y al norte unos señores que se declaran cristianos cada uno en su lugar o región, algo que va confluyendo de una determinada manera y que por leyes de alianzas, conquistas o conflagración guerrera llegarán a juntarse para terminar de recuperar el espacio peninsular que estuviera marcado desde al autoridad romana y sin duda desde más allá hacia la existencia de los Pueblos Íberos.
El lugar que le corresponde a Membibre en toda esta demostración y prácticamente desde el principio vuelve a ser un lugar limítrofe entre esas dos formas, situación que, por fortuna, no llegó a durar mucho.
No podría decirse desde algún punto de vista que la sucesión de costumbres y la acumulación de riqueza y aparatos tendría necesariamente que reseñar o construir la historia de un lugar, región o país, pero cuando la ausencia de datos, hechos o grandes personajes es la tónica general de ese lugar, es necesario recurrir entonces a un cierto y sosegado análisis en el transcurrir de los años y los sucesos, unos mejores y de buenas cosechas y suerte en los rebaños y los campos, otros peores y de negro futuro cuando la sombra del hambre, la necesidad y el estancamiento económico atenazarían el espíritu de cada persona y el progreso, reproducción y relación entre las gentes.
Regresando a la narración histórica hay que decir que a mediados del Siglo VII, en el transcurso del Concilio VIII de Toledo, los obispos cristianos consiguen una nueva victoria sobre las antiguas formas arrianas y se establece una separación real entre los bienes y el patrimonio del Estado, con los dineros y el patrimonio del rey y de su casa, "el tesaurus".
En relación con los últimos años del reinado de los monarcas visigodos -recordemos que la corte estaba ahí mismo, en Toledo, nada más cruzar las estribaciones del Sistema Montañoso Central- hay sobre ello y su final en forma de "traca" de fuegos artificiales, muchas teorías al respecto. Lo cierto y espeluznante es que aquel tipo de sociedad elitista llegó a un cierto punto, una cierta región de espejismo y endogamia que la condujo, sin más, al desastre. El nivel de violencia alcanzado en esos años en la corte de Toledo fue tal que los reyes se sucedían un año tras otro y sus descendientes eran asesinados antes de la mayoría de edad. Algo muy caliente, muy doloroso, sin solución posible.
Lo que vino a suceder en aquellos últimos reinados fue la historia de una serie de hombres de poder que se destruyeron los unos a los otros para dejar la jugada trillada a los belicosos ejércitos musulmanes que pululaban por el norte de África.
En en año 710, principios del Siglo VIII, un poderoso ejército de unos 40.000 hombres al mando de Tarik, su jefe, cruzó el estrecho de Gibraltar y buscó sin más la presencia del ejército visigodo.
El rey Rodrigo en Toledo consigue un cierto entendimiento entre los grandes hombres visigodos -excepto los de la casa del noble Witiza que aspiraba al trono- reúne un ejército de unos 60.000 hombres y sale al encuentro de los musulmanes invasores. La batalla que, entre choques y retiradas duró una semana se sucede en la Laguna de Janda cerca del cauce del río Guadalete. Los bereberes consiguen desbaratar los sistemas de entendimiento entre los hombres del ejército visigodo y ganan el encuentro. Es la "Batalla del Lago" que cantaron durante siglos los poetas islámicos.
No existe reunificación ni recuperación posterior del ejército visigodo y lo que sucede son una serie de urgentes y cruciales sucesos. El rey Rodrigo desaparece en la batalla y se le da por muerto, más tarde se sepulcro aparecerá en un pueblo de Portugal. Sus generales y personalidades de la corte se reparten el tesoro y se dispersan en diversas direcciones. Por supuesto no hay intento de huida organizada hacia los espacios europeos, su antigua casa. En el bando de los árabes, vencedores en la causa bélica y cuya maniobra, en un principio, no contemplaba un asunto nacional, se dedican a las tristes labores de conquista y pillaje en pueblos y ciudades y en pocos meses toman la desprotegida capital de Spania, Toledo.
La situación política en la Península en los años siguientes se caracteriza porque la mayoría de los señores visigodos se rinden a las huestes musulmanas y son obligados a pagar un impuesto de capitulación. Hay ciertas excepciones: el duque Teodomiro que consigue alianza con los musulmanes y conserva un ducado en Orihuela hasta el año 825, el conde visigodo Casius que se convierte al islamismo y conserva un condado en el Alto Ebro con las ciudades de Borja y Tarazona y en Cataluña los visigodos nombran un rey de nombre Ardón que hace su capital en Narbona, pero que más tarde será conquistada por los moros.
Mientras tanto un noble visigodo de nombre Pelayo se hace con un pequeño ejército y escapa hacia las montañas de Asturias. Tras un entendimiento con los señores lugareños asturianos se hace fuerte y en una fecha próxima al año 722 consigue vencer en Covadonga contra los grupos de ejército musulmanes que subieron en su persecución.
Pero en las décadas siguientes no sería solo D. Pelayo el único señor que resistiera a los moros en su avance pues en los lugares de la zona norte de la Península muchos importantes señores desde sus feudos se organizan, hablan entre ellos, tienen pequeños ejércitos y, si bien, en muchos casos pagan el correspondiente tributo a los señores musulmanes, con el transcurso de muy pocos años harán valer sus derechos y comenzarán así las largas luchas contra el invasor del Islam que se conocen como Reconquista.
No puede saberse si en este lugar Membibre hubiera habido gentes visigodas, al contrario como gentes romanas que, residentes u ocasionales, acaso sí que se movieron por estos paisajes. Existe alguna referencia de haberse hallado algún objeto de corte visigodo, aparte de los botones y enganches expuestos con el motivo del fin de la Villa Romana, alguna joya u otra cosa con motivo de las obras del casco del pueblo. Pero en sentido general quedaron pocos indicios en Membibre de esta estrecha banda histórica de autoridad visigoda.
La producción de industrias sigue patrones a los ya existentes y la influencia de trastos de la época romana. Y en cuanto a la fábrica de cerámica en la alfarería del Prado Quintana-Los Comunes, ahora con el cambio de época se seguiría la costumbre de vasijas vidriadas de corte romano hasta su desaparición o transformación en un tipo de cerámica y recipientes de muy parecidas formas a las de hace cincuenta años. Acaso, entonces, esas formas de arcillas rojas con decoración de puntos y dibujos amarillos llega casi hasta nuestros días, es algo muy parecido a los recipientes tan característicos de las casas de nuestros abuelos. Esta clase de hechuras cerámicas consigue una expresión y dureza muy aparentes y serán las más usadas y populares en el mundo de la producción de alfarería. El diseño se hace más seguro y funcional, las bases son más amplias y las paredes verticales. Conjuntamente a estas formas, existe una especialización de producción cerámica que, en dependencia de los lugres, famosas alfarerías y pueblos de alfareros serán las que se sucedan a través de los siglos. Aunque sin duda no se trata de los mismos trastos de barro que existieran hasta hace poco en nuestras casas, o sea, aquellos famosos cántaros y botijos, vajillas de barros rojos vidriados con platos y ensaladeras, barreños y otros recipientes, sino de otra clase más precaria de recipientes, allí se debían de fabricar las ollas para hacer la comida, una especie de jarros del agua con una sola asa a un lado y vajillas muy elementales.
La Edad Gótica o Media, visto desde Membibre, no debió resultar algo muy diferente a los últimos tiempos de la vieja era, La Edad Antigua. El viejo y antiquísimo Clientelismo, esa forma de funcionamiento social que siempre estuviera presente por estos predios, es decir la consulta en oficinas de personas especializadas (abogados y juristas, personas cercanas a las esferas de poder, incluso médicos y arquitectos), adquiere nuevas dimensiones. Cada pueblo o lugar en muchos casos han de decidir su suerte, una u otra forma de relación con el poder. En muchos casos prefieren seguir su propia norma, pero en otros se adhieren a circunscripciones políticas regidas por un señor. Por aquí y por allá se ponen en marcha guerras interminables ente vecinos por el dominio de gentes y territorios y todas las ciudades y los grandes pueblos tienen sus murallas reglamentarias, fosos, puentes levadizos, puertas con poleas, etc. Los condes se dan de tortas con los duques y ambos con el resto de los señores. Después de la discusión bélica hay uno que por habilidad diplomática o guerrera se hace el más fuerte y se coronan reyes de un lugar, una región o un país.
Es en este ambiente cuando empieza a gestarse la leyenda de la Edad Gótica. Castillos encantados, bellas princesas libres o prisioneras de algún dragón. Caballeros andantes, grupos de cruzados camino de oriente y en cada lugar o país con su receta particular. En éste de la Península Ibérica tenemos la suerte de verlo en dos o tres mitades. El sinnúmero de leyendas y poética árabe, sus formas exóticas y la única fe que movía sus espíritus. Y al norte unos señores que se declaran cristianos cada uno en su lugar o región, algo que va confluyendo de una determinada manera y que por leyes de alianzas, conquistas o conflagración guerrera llegarán a juntarse para terminar de recuperar el espacio peninsular que estuviera marcado desde al autoridad romana y sin duda desde más allá hacia la existencia de los Pueblos Íberos.
El lugar que le corresponde a Membibre en toda esta demostración y prácticamente desde el principio vuelve a ser un lugar limítrofe entre esas dos formas, situación que, por fortuna, no llegó a durar mucho.
No podría decirse desde algún punto de vista que la sucesión de costumbres y la acumulación de riqueza y aparatos tendría necesariamente que reseñar o construir la historia de un lugar, región o país, pero cuando la ausencia de datos, hechos o grandes personajes es la tónica general de ese lugar, es necesario recurrir entonces a un cierto y sosegado análisis en el transcurrir de los años y los sucesos, unos mejores y de buenas cosechas y suerte en los rebaños y los campos, otros peores y de negro futuro cuando la sombra del hambre, la necesidad y el estancamiento económico atenazarían el espíritu de cada persona y el progreso, reproducción y relación entre las gentes.
Regresando a la narración histórica hay que decir que a mediados del Siglo VII, en el transcurso del Concilio VIII de Toledo, los obispos cristianos consiguen una nueva victoria sobre las antiguas formas arrianas y se establece una separación real entre los bienes y el patrimonio del Estado, con los dineros y el patrimonio del rey y de su casa, "el tesaurus".
En relación con los últimos años del reinado de los monarcas visigodos -recordemos que la corte estaba ahí mismo, en Toledo, nada más cruzar las estribaciones del Sistema Montañoso Central- hay sobre ello y su final en forma de "traca" de fuegos artificiales, muchas teorías al respecto. Lo cierto y espeluznante es que aquel tipo de sociedad elitista llegó a un cierto punto, una cierta región de espejismo y endogamia que la condujo, sin más, al desastre. El nivel de violencia alcanzado en esos años en la corte de Toledo fue tal que los reyes se sucedían un año tras otro y sus descendientes eran asesinados antes de la mayoría de edad. Algo muy caliente, muy doloroso, sin solución posible.
Lo que vino a suceder en aquellos últimos reinados fue la historia de una serie de hombres de poder que se destruyeron los unos a los otros para dejar la jugada trillada a los belicosos ejércitos musulmanes que pululaban por el norte de África.
En en año 710, principios del Siglo VIII, un poderoso ejército de unos 40.000 hombres al mando de Tarik, su jefe, cruzó el estrecho de Gibraltar y buscó sin más la presencia del ejército visigodo.
El rey Rodrigo en Toledo consigue un cierto entendimiento entre los grandes hombres visigodos -excepto los de la casa del noble Witiza que aspiraba al trono- reúne un ejército de unos 60.000 hombres y sale al encuentro de los musulmanes invasores. La batalla que, entre choques y retiradas duró una semana se sucede en la Laguna de Janda cerca del cauce del río Guadalete. Los bereberes consiguen desbaratar los sistemas de entendimiento entre los hombres del ejército visigodo y ganan el encuentro. Es la "Batalla del Lago" que cantaron durante siglos los poetas islámicos.
No existe reunificación ni recuperación posterior del ejército visigodo y lo que sucede son una serie de urgentes y cruciales sucesos. El rey Rodrigo desaparece en la batalla y se le da por muerto, más tarde se sepulcro aparecerá en un pueblo de Portugal. Sus generales y personalidades de la corte se reparten el tesoro y se dispersan en diversas direcciones. Por supuesto no hay intento de huida organizada hacia los espacios europeos, su antigua casa. En el bando de los árabes, vencedores en la causa bélica y cuya maniobra, en un principio, no contemplaba un asunto nacional, se dedican a las tristes labores de conquista y pillaje en pueblos y ciudades y en pocos meses toman la desprotegida capital de Spania, Toledo.
La situación política en la Península en los años siguientes se caracteriza porque la mayoría de los señores visigodos se rinden a las huestes musulmanas y son obligados a pagar un impuesto de capitulación. Hay ciertas excepciones: el duque Teodomiro que consigue alianza con los musulmanes y conserva un ducado en Orihuela hasta el año 825, el conde visigodo Casius que se convierte al islamismo y conserva un condado en el Alto Ebro con las ciudades de Borja y Tarazona y en Cataluña los visigodos nombran un rey de nombre Ardón que hace su capital en Narbona, pero que más tarde será conquistada por los moros.
Mientras tanto un noble visigodo de nombre Pelayo se hace con un pequeño ejército y escapa hacia las montañas de Asturias. Tras un entendimiento con los señores lugareños asturianos se hace fuerte y en una fecha próxima al año 722 consigue vencer en Covadonga contra los grupos de ejército musulmanes que subieron en su persecución.
Pero en las décadas siguientes no sería solo D. Pelayo el único señor que resistiera a los moros en su avance pues en los lugares de la zona norte de la Península muchos importantes señores desde sus feudos se organizan, hablan entre ellos, tienen pequeños ejércitos y, si bien, en muchos casos pagan el correspondiente tributo a los señores musulmanes, con el transcurso de muy pocos años harán valer sus derechos y comenzarán así las largas luchas contra el invasor del Islam que se conocen como Reconquista.