LA CHARCA DE MUÑOPEDRO
Con juncos el agua que los refleja,
caprichoso remanso de bruñida
superficie y en los bordes erguidas,
airosas sus lanzas, miran, espejan.
Los encajes de telaraña cuelgan
como exvotos de ninfa por la orilla,
escondites y galería seguida,
refugio de patos que también dejan
ver la acrobacia de la golondrina
a ras del agua y el insecto libre
en su mundo ajeno al depredador.
Revoloteos, píos, pájaros que trinan
y el ardor del sol hace que vibre
la naturaleza toda, en esplendor.
Grillos y ranas con su sinfonía
en la campiña seca y tostada,
unos árboles que hacen de parada
o aeropuerto de aves de cercanía,
la placa de agua calma desafía
a la vida rítmica proyectada,
en especial atmósfera embalsada
y pone flora y fauna en sintonía.
La caseta al remanso, junto al muro
donde la vegetación es lasciva
y escenario del juego amoroso
de insectos colgados en tallo duro
y la caricia del sol por encima
es convite, gozo, un deleite hermoso.
Con juncos el agua que los refleja,
caprichoso remanso de bruñida
superficie y en los bordes erguidas,
airosas sus lanzas, miran, espejan.
Los encajes de telaraña cuelgan
como exvotos de ninfa por la orilla,
escondites y galería seguida,
refugio de patos que también dejan
ver la acrobacia de la golondrina
a ras del agua y el insecto libre
en su mundo ajeno al depredador.
Revoloteos, píos, pájaros que trinan
y el ardor del sol hace que vibre
la naturaleza toda, en esplendor.
Grillos y ranas con su sinfonía
en la campiña seca y tostada,
unos árboles que hacen de parada
o aeropuerto de aves de cercanía,
la placa de agua calma desafía
a la vida rítmica proyectada,
en especial atmósfera embalsada
y pone flora y fauna en sintonía.
La caseta al remanso, junto al muro
donde la vegetación es lasciva
y escenario del juego amoroso
de insectos colgados en tallo duro
y la caricia del sol por encima
es convite, gozo, un deleite hermoso.