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RAPARIEGOS: Siempre qué veo una foto antigua en la página de mi...

La plaza.
Que recuerdos me trae esta plaza donde yo jugaba, la olma, esa olma tan grande y hermosa que había en el centro y cubría de sombra en verano más de media plaza, si, esa plaza con suelo de tierra antes de asfaltarla, y en esa tierra, los chicos hacíamos caminos jugando a las chapas, al bote y peonza, las canicas o pitas, como aquí se llamaban, y las chicas, jugaban al corro, y a un juego muy raro, las esparrancas, que si mal no recuerdo así lo llamaban, el salto a la comba también practicaban. Otras veces venían los húngaros con cabra y trompeta y, al son de la música el listo animal trepaba y trepaba, por la vieja escalera, poniendo sus patas arriba del todo, muy juntas, y siguiendo la musía una vuelta daba. Otras veces venia Luisito, con su abrigo, su gorra, alforjas, y rotas sandalias, cantaba y cantaba, dando muchos saltos y entre salto y salto, su pueblo (Pozaldez) siempre lo nombraba.
Esta era mi plaza.

Siempre qué veo una foto antigua en la página de mi pueblo me viene a la mente muchos agradables recuerdos, entonces empiezo a recordar historias de Rapariegos, unas historias reales de la vida cotidiana que había en el pueblo, por ejemplo en esta foto podemos ver unos niños jugando en la plaza que en un momento pararon para posar para el fotógrafo, todos los niños de Rapariegos hemos jugado en esta plaza, por detrás de los niños esta la olma, una olma enorme y bonita como creo que habría pocas, como podemos ver esta foto está tomada en invierno pues no tiene hojas pero a pesar de eso y no verse entera, nos podemos hacer una idea de la envergadura y lo preciosa que era, pero hoy quiero hablar de otra cosa, en los años cincuenta todavía había una costumbre en el pueblo qué ahora nos parecería anormal, como se puede ver en la foto debajo de la olma hay muchos excrementos de cerdo, esto es debido a que todos los días por la mañana pasaba un hombre que le llamábamos el porquero y tocando un enorme cencerro para que se le oyera bien y calle por calle, recogía todos los cerdos del pueblo, tenía por costumbre parar en la plaza con todos los cerdos, por ese motivo había excrementos, después los sacaba al campo teniéndoles todo el día para que se alimentaran, cuando regresaban por la tarde y después de darles suelta en la entrada del pueblo corrían con gruñidos y sabiendo ir cada uno a su casa sin equivocarse sabiendo que les esperaba la cena, viejas costumbres pero así era, ahora la plaza está muy limpia con una bonita fuente, lo único que se echa de menos es la preciosa olma.
Enviado por campo el 29/02/2020 a las 20:03