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RAPARIEGOS: EL CORRAL....

EL CORRAL.
En este corral pase mi infancia, pero evidentemente no estaba así, todo lo veíamos en blanco y negro o eso es lo que me parece ahora al recordarlo. En el corral se pasaba gran parte del día por que había bastantes animales y la gente tenia que atenderlos y cuidarlos para poder sacar los mejores huevos de las gallinas, los mejores tostones de los cerdos para sacar algún dinero para el gasto familiar, conejos que ayudaban a alimentar con su rica carne a los habitantes de la casa y cambiar un poco la rutina de la alimentación familiar, por que muchos recursos no había, pero a pesar de eso, tengo muy buenos recuerdos de este corral que aunque no era demasiado grande, había mucha vida. Recuerdo desde que era muy niño ver a las gallinas, salir del viejo gallinero cacareando escandalosamente después de poner un huevo, también recuerdo oír a la caída de la tarde, por que ya tenían cogida la hora a las marranas gruñir fuertemente y empujar con el hocico las puertas de las pocilgas, pidiendo que les echaran la cena, bandadas de gorriones piaban posados en el alero esperando que terminaran las marranas para recoger las sobras de la pila de piedra que había por comedero, después a la puesta de sol mas o menos, se acostaban las gallinas entrando en el gallinero pausadamente, las marranas a las pocilgas, los gorriones con la andorga llena, se refugiaban entre las ramas de los haces de ramera que había en la tinada, para pasar la noche calientes, después todo en silencio, iba cayendo la noche.
Noches largas en invierno y oscuridad, mucha oscuridad, pero sobre las cinco mas o menos el gallo cantaba recordándonos que venia el nuevo día.
Fueron pasando los años, tuve que partir, fallecieron los familiares y en unos años la casa quedo vacía y el viejo corral en silencio, ya no había gallinas, marranas, ni conejos, los gorriones pasaban de largo, todo era silencio y soledad, pero dice un refrán que en nuestra tierra se escucha decir alguna vez, que, la tierra tira y yo creo que es verdad y después de cuarenta años, un día volví con mi nueva familia a esa casa donde nací, ahora como ya he dicho en otras ocasiones, me siento en verano a la sombra en los escalones de aquella puerta, con una fresca cerveza y empiezo a recordar los tiempos de mi niñez en el nuevo corral.
Ya no escucho el cacareo de las gallinas, el gruñir de las marranas, el deambular de los conejos, el canto del gallo, pero si veo y oigo a los gorriones comerse las migas de pan que les hecho a mi lado.

FELIZ AÑO NUEVO.