Si la organización terrorista ETA quiere llegar al final de la "confrontación armada", como ha dicho en su comunicado de ayer, lo tiene muy sencillo, tanto como anunciar la fecha, el lugar y la hora de entrega las armas y cerrar así una lista negra de cobardes asesinatos, secuestros y extorsiones, con cerca de 900 muertes en medio siglo de terror, como titulaba una agencia de noticias a la hora de elaborar una información de documentación sobre la historia de la banda.
Observar la escenificación habitual, incluidas las patéticas capuchas tocadas con chapelas, y un lenguaje antiguo, tosco, rebuscado y retorcido solo puede conducir a la conclusión de que nos encontramos ante un nuevo engaño, un paripé, una tregua trampa, para que los radicales vascos puedan concurrir a las elecciones, en una situación de asfixia económica, al margen de la presión que vienen ejerciendo las fuerzas y cuerpos de seguridad y los tribunales, tanto en España como en Francia.
En tono irónico, una persona que ha sufrido la presión de la violencia en el País Vasco, durante muchos años, definía este momento como un intento de jubilación de los terroristas que llevan más tiempo, un ERE, que al llegar a una edad ya les pueda resultar difícil mantenerse en esta terrorífica actividad y aspiran a pasar de la calle, de la clandestinidad, a cómodos escaños retribuidos en el parlamento o en los ayuntamientos.
Eso es lo que han apreciado el conjunto de las fuerzas políticas democráticas y otros colectivos, que consideran insuficiente este paso, definido por los terroristas como un alto el fuego "permanente, general y verificable". No obstante, cualquier atisbo de cese de la violencia debe ser recibido con esperanza, medida, porque es un paso pequeño, insuficiente, eso sí, sin caer absorbidos por el engaño, pues hay que tener en cuenta que la representación protagonizada por los tres etarras, solo uno con voz, fue obligada por la presión de Batasuna, el lado que aspira a intervenir en el próximo proceso electoral.
Desde luego, que si no fuera por lo que han aportado de dolor y desestabilización a este país, desde que se comenzara a fraguar la democracia, la escena causaría risa al más pintado. También verificable.
EL ADELANTADO DE SEGOVIA. Editorial. 11/01/2011
Observar la escenificación habitual, incluidas las patéticas capuchas tocadas con chapelas, y un lenguaje antiguo, tosco, rebuscado y retorcido solo puede conducir a la conclusión de que nos encontramos ante un nuevo engaño, un paripé, una tregua trampa, para que los radicales vascos puedan concurrir a las elecciones, en una situación de asfixia económica, al margen de la presión que vienen ejerciendo las fuerzas y cuerpos de seguridad y los tribunales, tanto en España como en Francia.
En tono irónico, una persona que ha sufrido la presión de la violencia en el País Vasco, durante muchos años, definía este momento como un intento de jubilación de los terroristas que llevan más tiempo, un ERE, que al llegar a una edad ya les pueda resultar difícil mantenerse en esta terrorífica actividad y aspiran a pasar de la calle, de la clandestinidad, a cómodos escaños retribuidos en el parlamento o en los ayuntamientos.
Eso es lo que han apreciado el conjunto de las fuerzas políticas democráticas y otros colectivos, que consideran insuficiente este paso, definido por los terroristas como un alto el fuego "permanente, general y verificable". No obstante, cualquier atisbo de cese de la violencia debe ser recibido con esperanza, medida, porque es un paso pequeño, insuficiente, eso sí, sin caer absorbidos por el engaño, pues hay que tener en cuenta que la representación protagonizada por los tres etarras, solo uno con voz, fue obligada por la presión de Batasuna, el lado que aspira a intervenir en el próximo proceso electoral.
Desde luego, que si no fuera por lo que han aportado de dolor y desestabilización a este país, desde que se comenzara a fraguar la democracia, la escena causaría risa al más pintado. También verificable.
EL ADELANTADO DE SEGOVIA. Editorial. 11/01/2011