REVENGA: Libre te quiero,...

Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.

Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía

Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.

Alta te quiero,
como chopo que al cielo
se despereza.
Pero no mía.

Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.

Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.

Agustín García Calvo.

Todas las palabras de este poema son sencillas, conocidas y aún corrientes. El pan, el monte, la flor, la tierra. Todas han existido durante siglos, y generaciones de hombres han pasado por ellas y las han usado sin pensar en su esencial belleza, que sin embargo no ha llegado a desgastarse. El arroyo, el chopo, la piedra, la primavera. Las han usado los poetas de todos los tiempos, y les han cambiado el sentido, y las han enredado en metáforas complejas, pero como cantos rodados han llegado a ser más hermosas con el uso y el pasar del tiempo.

Ahora queda el poema, escrito anteayer, con las palabras de siempre. Y nada nuevo hay en ellas, nada complicado se dice, los versos son sencillos y claros, como si no los hubiera escrito un poeta, como si pudiera haberlos escrito cualquiera; y con todo, el poema es nuevo, luminoso. Quién pudiera escribir así el poema, hecho de las palabras elementales, sin doblez, claro y perfecto, como la perfecta donación, como el amor perfecto que refleja y que a uno le queda tan lejano.