Algo más sobre nuestros castillos segovianos:
CASTILLO DE TUREGANO
Los privilegios reales de donación del señorío
Tanto el documento de Doña Urraca, como el de su hijo Alfonso VII, están redactados en latín, un latín “sui generis”, plagado de “castellanismos”, pues el idioma castellano, que cuatrocientos años después será “el español”, todavía no existe oficialmente: está naciendo por esos mismos dias, lentamente, aquí, en Castilla, de norte a sur, al tiempo que se consolida la reconquista militar y sedimenta el asentamiento de la población, resultado de la peculiar evolución sufrida entre nosotros por la lengua latina. Piénsese, por ejempo, que el Cantar de Mio Cid, o Poema de Mío Cid, no se escribirá hasta veinte años después de estos documentos reales de donación de Turégano a los obispos.
Doña Urraca y Alfonso VII, madre e hijo, en privilegios reales diferentes aunque en esencia prácticamente idénticos, fechados ambos el mismo dia del mes de noviembre del año 1141 de la era antigua (1123 de la era cristiana) “como remisión de sus pecados y los de sus padres y para que en el día del juicio final se hagan merecedores de la felicidad eterna” entregan como donación a don Pedro de Agén (o de Aagén), primer obispo de la recién reconstituida Iglesia de Segovia, las villas de Turégano y Caballar (“De TORODANO et de COVA CAVALLAR”). La donación se hace a título institucional, es decir, para que don Pedro y los obispos segovianos tuvieran estas dos villas con sus solares, términos, prados, pastos, montes, fuentes ….. y cuantos arbitrios se recaudasen en las entradas y salidas de ambas poblaciones. Y para mayor solemnidad, firman al pie, junto a los reyes, el arzobispo de Toledo y la mayoría de los personajes civiles y eclesiásticos de la época.
A partir de este momento, la historia de Turégano quedó condicionada a su dignidad de Villa Episcopal, llegando a ocupar, especialmente en los siglos XIV y XV, un lugar de privilegio en la historia de Castilla. Hasta esta fecha del siglo XII, TORODA aparece en la historia casi exclusivamente como eje de algunas de las pocas vías de comunicación que permanecieron en aquella remota época en que Castilla era prácticamente un desierto demográfico tras la invasión sur-norte de los musulmanes: el camino de Turégano a Fuentidueña, la carretera de Segovia a Sepúlveda pasando por Turégano, y, sobre todo, una vía que durante la Baja Edad Media sirvió de referencia en multitud de documentos: El camino de Turégano a Buitrago; infinidad de privilegios reales, cartas de donación, contratos, etc. Señalan esta inequívoca referencia: usque ad semitam quae vadit de Torodano ad Butrac”.
CASTILLO DE TUREGANO
Los privilegios reales de donación del señorío
Tanto el documento de Doña Urraca, como el de su hijo Alfonso VII, están redactados en latín, un latín “sui generis”, plagado de “castellanismos”, pues el idioma castellano, que cuatrocientos años después será “el español”, todavía no existe oficialmente: está naciendo por esos mismos dias, lentamente, aquí, en Castilla, de norte a sur, al tiempo que se consolida la reconquista militar y sedimenta el asentamiento de la población, resultado de la peculiar evolución sufrida entre nosotros por la lengua latina. Piénsese, por ejempo, que el Cantar de Mio Cid, o Poema de Mío Cid, no se escribirá hasta veinte años después de estos documentos reales de donación de Turégano a los obispos.
Doña Urraca y Alfonso VII, madre e hijo, en privilegios reales diferentes aunque en esencia prácticamente idénticos, fechados ambos el mismo dia del mes de noviembre del año 1141 de la era antigua (1123 de la era cristiana) “como remisión de sus pecados y los de sus padres y para que en el día del juicio final se hagan merecedores de la felicidad eterna” entregan como donación a don Pedro de Agén (o de Aagén), primer obispo de la recién reconstituida Iglesia de Segovia, las villas de Turégano y Caballar (“De TORODANO et de COVA CAVALLAR”). La donación se hace a título institucional, es decir, para que don Pedro y los obispos segovianos tuvieran estas dos villas con sus solares, términos, prados, pastos, montes, fuentes ….. y cuantos arbitrios se recaudasen en las entradas y salidas de ambas poblaciones. Y para mayor solemnidad, firman al pie, junto a los reyes, el arzobispo de Toledo y la mayoría de los personajes civiles y eclesiásticos de la época.
A partir de este momento, la historia de Turégano quedó condicionada a su dignidad de Villa Episcopal, llegando a ocupar, especialmente en los siglos XIV y XV, un lugar de privilegio en la historia de Castilla. Hasta esta fecha del siglo XII, TORODA aparece en la historia casi exclusivamente como eje de algunas de las pocas vías de comunicación que permanecieron en aquella remota época en que Castilla era prácticamente un desierto demográfico tras la invasión sur-norte de los musulmanes: el camino de Turégano a Fuentidueña, la carretera de Segovia a Sepúlveda pasando por Turégano, y, sobre todo, una vía que durante la Baja Edad Media sirvió de referencia en multitud de documentos: El camino de Turégano a Buitrago; infinidad de privilegios reales, cartas de donación, contratos, etc. Señalan esta inequívoca referencia: usque ad semitam quae vadit de Torodano ad Butrac”.