Trascurridos más de dos siglos, en el año 1436, el estado del
claustro era descrito por el obispo D. Juan de Tordesillas como “hundido e mobido por muchas partes”. Un estado lamentable, causado por la falta de
tejados y el paso del tiempo, lo que llevó a que Tordesillas movilizara a los estamentos, solicitando impuestos y prebendas para su reconstrucción.