Los árboles, que señalan rectilíneos hacia lo alto, forman bosquetes tan tupidos que no dejan ver el cielo. A sus pies una espesa vegetación formada por escaramujos, hiedras, dulcámaras, majuelos, zarzales y cornejos, oculta el río durante largos trechos, amenazando con comerse el sendero. Esparcidas junto al cauce, surgen pequeñas praderas donde se remansa la vereda que recorre el interior de las hoces, invitando a la parada.
Cada curva es un nuevo escenario. Unas veces son paredones, que aparecen agrietados en agujas y espolones desmenuzados en sus lejanas cabezas, otras son cuevas y cárcavas que el río ha rebañado a la piedra. En ellas viven los verdaderos propietarios del lugar: buitres, alimoches, águilas, halcones y chovas.
Cada curva es un nuevo escenario. Unas veces son paredones, que aparecen agrietados en agujas y espolones desmenuzados en sus lejanas cabezas, otras son cuevas y cárcavas que el río ha rebañado a la piedra. En ellas viven los verdaderos propietarios del lugar: buitres, alimoches, águilas, halcones y chovas.