SEPULVEDA: Vegetación: Antes de hablar de la vegetación existente...

Vegetación: Antes de hablar de la vegetación existente en el Parque Natural de las Hoces del Río Duratón, conviene distinguir tres unidades geo-ecológicas bien diferenciadas a las que se asocia las unidades de vegetación. En la parte alta del cañón se extiende la paramera, en la que dominan bosquetes y bosques abiertos de sabina albar (Juniperus thurifera), cada (Juniperus oxycedrus) y enebro común (Juniperus communis) entre los que se instalan distintas especies de matorral heliófilo, tales como tomillos (Thymus zygis), salvias (Salvia lavandulifolia), aulagas etc. La ausencia de vegetación arbórea uniforme es la característica principal de esta primera unidad de vegetación.
Por otro lado, distinguimos una segunda unidad en los cortados del cañón, al que nos referiremos como roquedo. Las paredes verticales de las hoces proporcionan condiciones muy distintas a las que encontramos en el páramo, por lo que la vegetación y la fauna se distinguen claramente. La principal razón es la inaccesibilidad de los altos cortados y la protección y refugio que suponen frente al vasto espacio abierto de la paramera. Así, encontramos especies rupícolas adaptadas a las oquedades y grietas de la roca caliza como los sedos (Sedum acre, S. Dasyphyllum y S. Sediforme) y el ombligo de Venus (Umbilicus rupestres). También encontramos especies nitrófilas situadas cerca de las buitreras como los zapatitos de la Virgen (Sarcocapnos enneaphylla), el pumilo (Rhamnus pumila), la hiedra (Hedera helix), el culantrillo de pozo (Adianthus capillus-veneris) y el asplenio (Asplenium celtibericum) buscan fuentes de agua entre las grietas. Allí donde los cortados presentan suelos más desarrollados, proliferan además arbustos y arbolillos entre los que destacan el guillomo (Amelanchier ovalis) y la cornicabra (Pistacia terebinthus).
La tercera unidad ecológica fácilmente delimitable la constituye el fondo del cañón o la ribera del río Duratón. Aquí coinciden distintos aspectos como la disposición de agua, el refugio proporcionado por los cortados y los suelos más evolucionados, que hacen que la vegetación sea más compleja y diversa que en las unidades anteriores. A las especies autóctonas que podemos encontrar en los márgenes de río, (olmos, sauces, alisos...) hay que añadir aquellas introducidas por el hombre a lo largo de la historia: chopos de crecimiento rápido para producción maderera, nogales, castaños, etc. También encontramos especies arbustivas acompañantes como el cornejo, saúco, zarzamora, rosal silvestre, endrino y majuelo.
Fauna: Al hablar sobre la fauna de las Hoces del Río Duratón hay que hacer una mención especial sobre las distintas especies de aves que encontramos en el parque, no en vano fue designado ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) y LIC (Lugar de Importancia Comunitaria). Los altos cortados que forman el cañón, constituyen el hábitat de una magnífica colonia de cría de buitre leonado (Gyps fulvus). Junto al buitre leonado, águila real, alimoche, halcón peregrino, cernícalo o chova piquirroja, entre otras, utilizan los altos cortados como dormideros o para instalar sus nidos. En la paramera encontramos otra de las especies de aves de especial importancia, la alondra de dupont (Chersophilus duponti). La zona de la ribera, en el fondo del cañón, presenta una fauna de enorme diversidad, donde podemos encontrar distintas especies de anfibios y reptiles (como el lagarto ocelado), aves de menor tamaño (martín pescador, mirlo acuático, carbonero común, colirrojo tizón, etc.) y mamíferos como la nutria (Lutra lutra), la garduña (Martes foina), el tejón (Meles meles), zorro (Vulpes vulpes), corzo, etc.
Cultura: A lo largo de la historia, las peculiaridades paisajístico-ecológicas de las Hoces del Río Duratón han atraído a numerosas y muy diversas culturas y pueblos. La protección que el profundo cañón proporciona y la presencia de agua y tierras fértiles en torno a la ribera del río han propiciado desde el neolítico, el asentamiento humano. Lo demuestran las pinturas rupestres datadas en el neolítico, (aproximadamente 3000 años a.C.) grabadas en las numerosas cuevas y concavidades que podemos encontrar desde Sepúlveda hasta San Frutos.