El Norte de Catilla.
3 de septiembre de 2005
El otro lado de la hoz
La declaración de las Hoces del Río Riaza como Parque Natural destapa las posibilidades turísticas de Valdevacas
De Montejo, un pequeño pueblo de treinta habitantes
Texto y fotografías de Isabel Jimeno
Un estrecho camino de piedras y arena, una pendiente y, por fin, el suplicio de la bajada merece la pena. La entrada en el Parque Natural de las Hoces del Río Riaza hace olvidar la dificultad del descenso. Ahora la especial con protección del espacio hará que el acceso al recinto se mejore e incluso se habilitará una zona de aparcamiento para vehículos.
Tan pronto hay que esforzarse para distinguirlos de las rocas de las peñas y las buitreras, como decenas de buitres salen en manada y sobrevuelan el paraje en círculos. Acostumbrados a la convivencia con el hombre, los animales no varían sus costumbres con la llegada de visitantes a la hoz del río Riaza, la cara opuesta de la escarpada pared de Peña Calderona, por la que se cuela el cauce.
En una empinada ladera se intuye un pequeño sendero casi imposible de transitar, pero ese es el paso que los vecinos de uno y otro utilizan para cruzar la roca. Casi más imposible de imaginar es que los rebaños que antes pastaban en la zona utilizaban como refugio un hueco en la empinada ladera. Pero ahora, con buena parte de la población mayor, casi ni hay ovejas.
La tradición de destilar el manto de espliego que tapa el suelo también se ha perdido. «Lo destilábamos y lo llevábamos en cubas a Murcia», recuerda la alcaldesa, Ascensión Calleja Benito, que ha subido en innumerables ocasiones la pendiente para llegar a Montejo de la Vega de la Serrezuela.
La emigración ha hecho que las fiestas tampoco sean ya lo que eran hace años. El día del Voto, que antes se celebraba el 15 de junio en recuerdo de la tormenta que asoló el pueblo, se ha cambiado al primer fin de semana de agosto, cuando los treinta habitantes de Valdevacas de Montejo (una veintena en invierno) se disparan hasta los trescientos.
Fiestas
Tampoco las fiestas de la Inmaculada Concepción guardan la esencia de tiempos remotos. «No tiene nada que ver con lo que era el 8 de diciembre años atrás, porque hasta con nevadas se recogía la nieve y la gente bailaba en la plaza. Era una fiesta preciosa. Los mozos ponían las enramadas de álamo en los tejados. Pero todo eso ha volado», lamenta Ascensión Calleja, que pertenece a la última generación que se quedó a vivir en el pueblo y sus hijos, con más de treinta años, son los más pequeños.
Ahora la declaración del Parque Natural de las Hoces del Río Riaza abre una ventana a la esperanza de futuro, para intentar levantar el pueblo o, al menos, mantenerle. El turismo es la vía de escape que ve Ascensión Calleja para mantener vivo Valdevacas de Montejo, siempre dispuesta a mirar con optimismo hacia el futuro y sin perder la esperanza de que algún emprendedor decida lanzarse a la aventura e instalar algún negocio en el pueblo.
Por el momento, la declaración del Parque Natural reporta unos beneficios económicos al Ayuntamiento que le ayudan a sacar adelante los proyectos municipales como la rehabilitación de la Casa Consistorial, el salón social o la renovación de la deteriorada red de abastecimiento.
3 de septiembre de 2005
El otro lado de la hoz
La declaración de las Hoces del Río Riaza como Parque Natural destapa las posibilidades turísticas de Valdevacas
De Montejo, un pequeño pueblo de treinta habitantes
Texto y fotografías de Isabel Jimeno
Un estrecho camino de piedras y arena, una pendiente y, por fin, el suplicio de la bajada merece la pena. La entrada en el Parque Natural de las Hoces del Río Riaza hace olvidar la dificultad del descenso. Ahora la especial con protección del espacio hará que el acceso al recinto se mejore e incluso se habilitará una zona de aparcamiento para vehículos.
Tan pronto hay que esforzarse para distinguirlos de las rocas de las peñas y las buitreras, como decenas de buitres salen en manada y sobrevuelan el paraje en círculos. Acostumbrados a la convivencia con el hombre, los animales no varían sus costumbres con la llegada de visitantes a la hoz del río Riaza, la cara opuesta de la escarpada pared de Peña Calderona, por la que se cuela el cauce.
En una empinada ladera se intuye un pequeño sendero casi imposible de transitar, pero ese es el paso que los vecinos de uno y otro utilizan para cruzar la roca. Casi más imposible de imaginar es que los rebaños que antes pastaban en la zona utilizaban como refugio un hueco en la empinada ladera. Pero ahora, con buena parte de la población mayor, casi ni hay ovejas.
La tradición de destilar el manto de espliego que tapa el suelo también se ha perdido. «Lo destilábamos y lo llevábamos en cubas a Murcia», recuerda la alcaldesa, Ascensión Calleja Benito, que ha subido en innumerables ocasiones la pendiente para llegar a Montejo de la Vega de la Serrezuela.
La emigración ha hecho que las fiestas tampoco sean ya lo que eran hace años. El día del Voto, que antes se celebraba el 15 de junio en recuerdo de la tormenta que asoló el pueblo, se ha cambiado al primer fin de semana de agosto, cuando los treinta habitantes de Valdevacas de Montejo (una veintena en invierno) se disparan hasta los trescientos.
Fiestas
Tampoco las fiestas de la Inmaculada Concepción guardan la esencia de tiempos remotos. «No tiene nada que ver con lo que era el 8 de diciembre años atrás, porque hasta con nevadas se recogía la nieve y la gente bailaba en la plaza. Era una fiesta preciosa. Los mozos ponían las enramadas de álamo en los tejados. Pero todo eso ha volado», lamenta Ascensión Calleja, que pertenece a la última generación que se quedó a vivir en el pueblo y sus hijos, con más de treinta años, son los más pequeños.
Ahora la declaración del Parque Natural de las Hoces del Río Riaza abre una ventana a la esperanza de futuro, para intentar levantar el pueblo o, al menos, mantenerle. El turismo es la vía de escape que ve Ascensión Calleja para mantener vivo Valdevacas de Montejo, siempre dispuesta a mirar con optimismo hacia el futuro y sin perder la esperanza de que algún emprendedor decida lanzarse a la aventura e instalar algún negocio en el pueblo.
Por el momento, la declaración del Parque Natural reporta unos beneficios económicos al Ayuntamiento que le ayudan a sacar adelante los proyectos municipales como la rehabilitación de la Casa Consistorial, el salón social o la renovación de la deteriorada red de abastecimiento.