En esta página he escrito cientos de textos, unos con más fortuna que otros, pero siempre intento escribir algo que me deje satisfecho, plenamente satisfecho. Y nunca lo he conseguido. Este podía ser un momento propicio, pero me da que la preocupación y el desasogiego que preside mi vida estos días es un antídoto contra la inspiración. Es muy complicado sustraerse a la realidad y buscar argumentos que sean capaces de atraer vuestra atención, y que al mismo tiempo provoquen en mí algún tipo de satisfacción literaria. Es complicado, porque la mente automáticamente vuelve a recorrer los mismos caminos de ese estado de alerta continuo en el que vive por culpa de algo desconocido, inmenso, que parece imparable. Lo único bueno es que al mismo tiempo despierta un sentido de cariño inmenso hacia todos los seres queridos y conocidos. Mi memoria se sumerge en esas fotos fijas que tengo de todos o de casi todos vosotros y me gustaría saber como os va en esta lucha, como soportáis esa clausura obligada en la que vivimos y que nos lleva a explorar partes de nosotros mismos que no conocíamos o que teníamos olvidado en el baúl de los tiempos. Esto me hace pensar que después de que pase este sunami vamos a ser distintos, distintos y mejores. Aprenderemos a valorar en su medida esos encuentros de vacaciones, esas comidas colectivas, esos veranos que parecen interminables hasta que se acaban. De esto tenemos y debemos salir fortalecidos como pueblo y como grupo familiar que se reúne en torno e una empresa común. No quiero ser pesado, pero ojalá la primera vez que volvamos a vernos seamos capaces de demostrar que hemos aprendido todas las lecciones que nos está dando la vida. Un abrazo y que todo os vaya biem.
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