Alegorías
Hace tiempo que penas tengo tiempo para una página que zozobra entre la incertidumbre y la indiferencia. Pero yo me niego a abandonarla porque la siento como mi hija pequeña, y un padre decente jamás abandona a un. Hijo, aunque deje pasar el tiempo y no se deje guiar por la urgencia de los sentimientos. Aquí entre estas cuatro paredes, y en un tiempo no muy lejano, varias generación hemos trazado algunos de los hechos y sentimientos que nos han unido desde el nacimiento. Y en este mundo cada vez más egoísta e insolidario es fundamental tener unas bases comunes y un universo compartido con otras personas. No importa la dirección en la que sopla nuestros viento, es insignificante la inclinación vital que nos mueve y nos resulta absolutamente indiferente las ideas que nos mueven. Todo esto es secundario cuando compartimos el mismo puerto en el que anclar nuestras embarcaciones, cuando compartimos un mismo cuaderno de bitácora y cuando disfrutamos de un mismo universo entre los límites de Blacos. Cada vez somos mañas conscientes de que en nuestras diferencias reside la fuerza de nuestra unión en un mismo objetivo, que no es otro que disfrutar sus límites de los cuatro días que pasamos en el pueblo, con amigos con líos que compartimos la pila bautismal o con aquellos que tenemos muchas cosas en común, aunque haga cuatro horas que estamos encantados de conocernos.
Y estos sentimientos valen para todo, para tomar una cerveza acodados en la barra o sentados en la terraza del Chiringuito, para degustar la panzeta dorada en la barbacoa o para decidir quién queremos que nos represente en los asuntos municipales. Y es que en esta vida tener algo e común con otra persona es el mejor certificado social que se puede obtener. La soledad puede ser buena pero nos aleja de la compañía, el desprecio es malo porque nos aleja de la verdad. Pero lo peor es la mentira, porque conlleva un absoluta falta de respeto a los que te ridean… o no?
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