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BLACOS: En esta vida casi siempre los pequeños detalles son...

En esta vida casi siempre los pequeños detalles son los que pulen y dan forma a los grandes acontecimientos. Porque así de gran acontecimiento hay que considerar el cocido de Viernes Santo, ese que nos ha llevado a todos los que allí estábamos a engrosar la lista de futuros inquilinos del infierno por convertir una fecha señalada en el calendario del ayuno en un festín pantagruélico. Aunque siempre nos quedará el consuelo de poder culpar a la diosa de los fogones. Al fin y al cabo ella tuvo la idea y ella fue quien lo cocinó. Los demás fuimos incapaces de hacerle un desaire y ante su perseverancia y esfuerzo no podíamos negarnos a participar, aunque fuera por cortesía y renegando de nuestro profundo sentido católico. Menos mal que nos queda el trámite de la confesión para salir del atolladero y volver a estar a buenas con el clero que es algo fundamental entre los feligreses de Blacos. Nosotros siempre podremos alegar eso de la "obediencia" debida para salvarnos de las garras de Lucífer. Pero ella, la culpable, no tiene salvación. Ni siquiera le servirá como atenuante esa noche de insomnio, esa mañana de nervios y esas horas en los fogones. Tampoco le reducirán la pena por la pasión que puso en su trabajo, la ilusión y el cariño con el que sazonó cada chorizo, cada morcilla o cada bola. En el juicio final no le contarán su entusiamo ni su hiperactividad contagiosa. Ni siquiera podrá decir en su defensa que sólo quería buscar una excusa para unir al pueblo, para hacer familia y disfrutar de una compañía que cada vez es más armoniosa. En el juicio final no cuentan las intencione ni los deseos, sólo los pecados. Y éste es muy gordo. Aún así vamos a confiar en la clemencia de los jueces. Le pueden poner una pena considerable, inmisericorde. Por ejmplo un año sin hacer cocido... hasta el próximo Viernes Santo. Aunque la reiteración en el delito debe llevar una pena de la leche.