Como sucedió con el viejo olmo de Machado, a este árbol de Blacos "con las lluvias de abril y los soles de mayo, algunas hojas le han salido". Yo pensaba que estaba punto de secarse por falta de agua. La verdad es que lo regamos pocos y con escasa frecuencia, aunque de repente el Baraka ha tirado de manguera y ha dejado caer algunas gotas. La pena es que pertenece a un cuerpo de bomberos escuálido, con muchas excedencias, alguna que otra prejubilación y algún que otro despido voluntario y alguno más de vacaciones perpetuas. Así no hay forma de que crezca el tronco y cobren fuerza las hojas. No es suficiente el riego, hace falta airear la tierra y darle algunas palmadas cariñosas y de ánimo. El Baraka riega con el agua de la envidia y la mala leche, algo habitual en un hijo prógigo como él. Pero nuestro árbol es tan agradecido que recibe con entusiasmo a todo el que quiera regarlo, aunque sea con agua de Bilbao. Me da miedo el verano seco y caluroso que nos anuncian.