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BLACOS: Me sale la política por las orejas. Llevo todo el día...

Me sale la política por las orejas. Llevo todo el día haciendo entrevistas a candidatos a las elecciones de mayo y he dicho, voy a relajarme un poco regando el árbol de Blacos. Entro y veo que somos los mismos de siempre. A este paso vamos a tener que hacer una carrera de regadera por relevos o por turnos para echar todos un poco de agua a ese olmo medio seco. Antes era más fácil. Se soltaba el agua de la poza y cada uno la paraba a la entrada de su huerto. Le abrían la puerta y cebollas, ajos, patatas y lechugas se ponían más contentas que unas castañuelas. Cuando estaban con el agua al cuello seguía el chorro hasta el huerto siguiente. Era necesario coordinación y solidaridad y buena voluntad. En Valencia por menos de eso montaron un tribunal para decidir quien regaba cada día, a que hora y durante cuanto tiempo. En Blacos no, ni mucho menos. La única autoridad que conocí yo en aquellos tiempos fue el Prudencio que era el Juez de Paz. Y es que antes ser juez de paz era muy importante, después del alcalde y el cura creo que era el más importante y además él con su seriedad y su porte todavía le daba mayor trascendencia al cargo. En cuanto había un desencuentro, allí estaba él, con su cigarrillo colgando del labio, su entrecejo fruncido y cara como con un poco de mala leche, para que nadie le perdiera el respeto. Tampoco como ahora que se pegan año, allí en Blacos inventaron los juicios rápidos. En un santiamén se juzgaba, se dictaba sentencia y se cumplía en menos que canta un gallo. Además con una clara política de austeridad, y no la que se cacarea ahora. No hacía falta ni fiscal ni abogado defensor, como mucho se aceptaba la acusación particular si es que alguien se atrevía a decir algo, que casi nunca ocurría. Y todo esto lo hacía antes de que se le acabara de consumir el cigarro que le colgaba entre los labios. Ni se cobraban horas extras ni dietas si el conflicto era fuera del caso urbano, por ejemplo en Valdefrancos. Lo que decía el juez de paz iba a misa, y quizás por eso lo hicieron también sacristán, para ahorrase una nómina y un puesto de trabajo. Y bueno no creáis que no era importante el puesto de sacristán, casi más que el de juez de paz. Como entonces no existían relojes eran las campanas las que esteablecían los horarios. Por ejemplo tocaba al alba para decir que estaba amaneciendo, como para avisar a la gente de que era hora de ir levantándose. Y lo que es más importante, tocaba a las dos para decir que era la hora de la comida. Esto era fundamental porque los que trabajaban en el campo al parecer no comían hasta que no oían las campanas. Lo que no sé es que pasaba cuando no podía o se le olvidaba repicar a esa hora. De todas formas no conozco yo ningún caso de un labrador que volviera a casa con la fiambrera llena porque el Prudencio no había tocado a la hora de la comida. Me imagino que cuando se le olvidaba llamarían al juez de paz.