Hace unos días, agotado por el trabajo que me han dado los políticos, fuí a visitar a mi homeopata para que me diera vitaminas. Al entrar, en la sala de espera sólo había una chica guapísma. Alta, esbelta, de figura envidiable aunque cuando la observé más despacio comprobé que tenía la mirada un poco extraviada. No es que tuviera un ojo mirando a Cuenca, sino que estaba como abstraída, como transportada al más allá. Yo me senté en la silla de enfrente y mantuve un respetuoso silencio. De repente volvió a este mundo me vió y me soltó un lacónico "Buenos días". Aproveché la ocasión y comencé con ella una conversación, al principio insustancial, pero poco a poco fuimos rompiendo el hielo y me dijo que se llamaba Juana. Hablaba despacio, de manera entrecortada y con alguna que otra laguna mental. Al principio no le di importancia porque en estas consultas te encuentra de todo. Pero saltaron todas mis alarmas cuando yo además de decirle mi nombre le añadí que era de un pueblecito de Soria. Fue pronunciar Soria y le cambió el semblante. Se puso roja como un toamte y le empezaron a teblar las manos. Le dije que si quería un vaso de agua o que llamara al médico. Ni me contestó y emepzó un interrogatorio de tercer grado. Cada vez estaba más nerviosa y cuando le dije que el pueblo se llamaba Blacos casi le da un "parraque", como dice mi hija. Se puso de pie y empezó a dar vueltas como un gato encerrado. Yo no sabía que hacer ni que decir, me superaba la situación y no acertaba a calmarla. Llame a la médico y le dije que la atendiera. Me hizo una seña y dijo que la acompañara y yo le decía que la que estaba mal era la otra no yo. A solas me contó que la chica sufría de doble personalidad y que le pasaba muy a menudo eso. Y además añadió que el problema es que de joven debió tener un desengaño que la había dejado destrozada. Volví a entrar para despedirme y con una mirada que, estoy seguro, llegaba desde las entrañas del infierno me dijo: Alejandro, por favor le tienes que decir que este verano le esperó la noche de luna llena en las eras de Blacos a las tres de la mañana. Y yo le pregunté ¿Qué esperas a quien? Cuando iba a pronunciar su nombre se alejó de nuevo al más allá y me dejó con las ganas. Tengo que preguntarle a la homeopata por la nueva fecha en la que va a ir a la consulta. No puedo quedarme así. O eso o voy todas las noches de luna llena a las eras.