Necesito salirme aunque sea por unos minutos del blanco y rojo que estos días inunda mi vida y detroza mis oídos con el txunda txunda interminable de los sanfermines. Y me ha dado por pensar en el himno (una gran idea). Pero como no tengo ningún conocimiento, y menos de música ni de letras para la música, he intentado recordar sensaciones y sentimientos que al fin y al cabo es lo que se trata de recoger en un himno. Y por eso creo que su letra debería reflejar esas tardes en el río Abión, esos porrones de cerveza a la sombra de la Luisa, esas tertulias intermibales en el palo a la luz de la luna o esa explosión de intimidad en las tinieblas de la noche en el salón del ayuntamiento. Esa cercanía consciente, y a veces inconsciente e incontrolable. De alguna manera habría que expresar esos sonidos interminables de Santana o Simon y Garfunkel (mi primo Enrique siempre estaba a la última en discos y en equipo y ahora que lo pienso puede ser uno de los primeros disc jokey que conocí en mi vida) Estaría bien que recogiera esos amaneceres entre la bruma de la noche y los rayos del sol, y por qué no, esos amores que surgieron, crecieron, se multiplicaron o se quedaron en el camino. Puede que fuera una letra larga, pero para una vez que nos ponemos, que no falté de ná.