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BLACOS: Antes de que me desterraran a Pamplona viví nuve años...

Antes de que me desterraran a Pamplona viví nuve años seguidos en Blacos y entonces las fiestas patronales eran el 8 y 9 de seoptiembre. Casí todos los pueblos celebraban las fiestas en este mes porque era cuando se terminaban las faneas del campo. Eran dos días de celebraciones si la cosecha había ido bien. Pero si no, eran dos días de desahogo, de confraternización y de consuelo colectivo después de un año baldío. En ambos casos la fiesta era una terapia colectiva y una buena manera de unir un poco más lo que ya estaba unido o de romper distancias y roces, que también los había. Por suerte en Blacos esta fiesta se mantiene y a estas horas disfrutan de una larga sobremesa después de una opípara caldereta. Pero esa comida y esas tertulias también mantienen el cordón umbilical de la amistad y el encuentro. Yo personalmente me alegro de que perviva la fiesta porque es una tradición y las tradiciones son como los cimientos de un pueblo. Son el armazón que los mantiene unidos y permite también mantener viva la historia. Y es que, para mi, los cimientos y la historia son la base imprescindible para que un pueblo como Blacos pueda mirar al futuro con esperanza o simplemente para saber que tiene futuro, que a estas alturas no es poco. La fiesta de septiembre por eso se convierte en el puente que une dos tiempos distintos, tan importantes uno como otro. Pero como dijo alguien más sabio que yo: quien no tiene pasado nunca estará en la historia y quien no tiene futuro acaba por perder la esperanza. Por eso es bueno que se mantengan las dos cosas. Las fiestas de septiembre por tradición y las de agosto por esperanza. Algunos afortunados hoy participan de las dos, lo que es una inmensa suerte para ellos. Por eso, si leen esto a tiempo, igual hacen un brindis por lo que están y por los que nos gustaría haber estado.